martes, febrero 12, 2019

REPENSANDO EL COTIDIANO

OBREDECHT: LA PUNTA DEL ICEBERG

“Si la corrupción fuera deporte,
 Colombia sería una potencia”
 Santiago Moure


                  El IPC, iniciales del Índice de Percepción de Corrupción, de la agencia para la Transparencia Internacional, en su informe  del año 2.013, muestra  cifras claras con las que establecen que la corrupción, en medio de la cual vivimos el día a día, ha continuado  elevándose, sin que  se demuestre hasta ahora, algún  hecho real, que sea concreto y contundente para frenarla.  Y no se hacen esfuerzos reales,  que sean efectivos, porque  la corrupción, es una epidemia  social, que hizo metástasis en todos los estamentos  de nuestra  Nación, esa que le produce al  corrupto, sujeto activo del acto  de corrupción, jugosos  dividendos. Pero no vemos que pase algo.
             Como si la corrupción fuera cosa  baladí, de la cual no tendríamos que preocuparnos, esa por la que no tendríamos que sentir vergüenza, la misma que nos ha llevado  inexorablemente a  convertirnos en un Estado fallido, con una sociedad permisiva y alcahueta. Pero es como si no importara que se le pusiera freno.
            La  política, y con ella, los políticos, y con ellos, los burócratas que  los acompañan,  han  hecho de la corrupción, una modalidad  de “trabajo”, con la que se apoderan de recursos  del Estado, recursos que este a su vez recibe de los ciudadanos, lo que quiere decir, que los corruptos  roban el dinero de la gente que trabaja honestamente, esa que  cumple  con los principios de legalidad en Colombia. Sabemos eso pero no hay  freno, no se evidencia una  cultura determinada a hacerle frente, sin importar el rango del corrupto al que se le aplique la ley. Porque  la ley esta escrita, pero es letra muerta, olvidada en los anaqueles de los desmemoriados, de los  indiferentes  o de los alcahuetas. Pero  no nos  indignamos.
            Pero la corrupción es la práctica del abuso del poder, para que los que  lo ostentan, esos sujetos (Y sujetas, dijo el des-Chaves-tado Maduro), la mayoría de las veces  sin merito alguno, puedan obtener  beneficios económicos ilegales y deshonestos, quedando en la impunidad. Pero sabiéndolo, permanecemos  indiferentes.
Esa corrupción  que  parece hace parte  de deformadas prácticas del comportamiento humano, la utilizan  los políticos y sus segundos, pero también los particulares que con ella obtienen beneficios, abusando  los primeros, la policlase,  de manera cínica   de ese poder al que se hicieron, deformando las funciones para las que fueron  nombrados o elegidos, utilizando para ejecutarlas impunemente,  medios a los cuales hoy  es difícil seguirles el rastro. Los corruptos son cada vez mas preparados técnicamente, aunque carezcan de principios  éticos y morales.
Todo este andamiaje de corrupción,  edificado con el único fin de obtener un beneficio económico, o de cualquier otra  especie que los beneficie, pero   que los enriquece  de todas maneras,  como bien lo determinan tratados  enteros, dedicados al enriquecimiento ilícito, sus formas, sus consecuencias y por supuesto las sanciones que le son propias. Pero  nadie decide combatirla  de verdad y sin miedo.
            “La corrupción es considerada tanto un fenómeno social como un resultado económico; un fenómeno social, por cuanto la misma solamente es manifiesta en la interacción del ser humano con sus semejantes. Se trata de un resultado económico en tanto motivado por la expectativa de beneficios de dos o más particulares de los cuales al menos uno es un funcionario público.” (A. P. Zuleta) 
            El caso Obredecht, es gravísimo, pero es solo una  mínima parte  de los múltiples casos con nombres  diferentes con los que a diario se roban el dinero de los contribuyentes, sin que existan penas duras para  los corrutos, que no  solo les quite  la libertas, sin  que los obligue a devolver lo robado, haciéndoles extinciones de dominio y seguimiento a las empresas fachadas, a sus familiares y amigos, artimañas con las cuales consiguen guardarlos jugosos dividendos de la corrupción. Pero aquí los  “dragacoles” se vuelven ministros y dictan cátedra de honestidad  y salen impunes, sin  la menor sanción que se les tendría que imponer.

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