REPENSANDO
EL COTIDIANO
SALVESE
QUIEN PUEDA
Flavio Restrepo Gómez
@FlavioRestrepo
En un país en el que la corrupción es dama de honor, las oportunidades de vivir dignamente, para las
mayorías, son casi nulas. Vivimos a la
deriva pensando con ingenuidad, que el progreso lo dan vías 4G, aeropuertos
grandes, comunicaciones rápidas, megaempresas con mas ganancias en menos manos,
bancos con intereses altísimos que superan el IPC, privilegiados
que pueden tener acceso a todo, porque tienen con que pagarlo.
Parece cierto,
pero es una verdad a medias, que se
convierte en mentira completa, cuando enfrentamos la vida diaria y vemos lo que
pasa en Colombia, día tras días, sin que
se muestren cosas distintas a las de la corrupción y los corruptos, a la
de los indignos, a la de los que todo lo
tienen, haciendo cierto el principio: la
riqueza de unos pocos es la causa de la pobreza de muchos otros, miles,
millones de otros. En fin, vivimos para acumular y perdemos la vida en ese propósito, que no nos deja tiempo para experimentar lo simple, lo que produce
verdadera alegría y felicidad interior.
¿Podemos hablar de
un país que tiene vocación de
desarrollo, cuando vemos, millones de colombianos
sin trabajo, niños sin oportunidades de
educación, jóvenes sin un futuro prometedor, mujeres maltratadas, muchas
asesinadas impunemente en un país “Pa´ machos”; de colombianos discriminados
por la sinrazón de la raza, el sexo, la
religión, la política? ¡No!
Un país solo comienza el camino
del desarrollo, cuando tiene educación, cuando tener acceso a ella no es un privilegio de
minorías, cuando sea universal, cuando no haya niños en la calle, ni
limosneros por necesidad o por oficio, ni ancianos sin hogar abandonados por sus familias, ni
gente sin acceso oportuno y completo a la salud. Si, así, sin muchas otras cosas mas y sin oportunidades.
La propaganda Estatal
suena muy bonita, pero no es realidad, en una Nación que tiene privilegios
especialísimos para los políticos y para sus amigos no políticos, que no
solo ganan cifras astronómicas con mucha
indignidad y muchas veces robando, sino que están
protegidos legalmente contra todo, con una impunidad que es escandalosa.
Tampoco es viable un
País en el que los grandes empresarios y los multimillonarios, pagan poquísimos impuestos
en proporción al común de la gente. En un lugar en el que
las cargas tributarias recaen en la franja de la clase
media que trabaja, para un mejor
vivir aparente, a sabiendas de que es la que en realidad subsidia todos los
desmanes económicos de nuestra destartalada sociedad y de nuestro mal llevado sistema democrático. Porque la
verdadera democracia es una cuestión
de bienestar común y no de
bienestar particular y selectivo, a espaldas de un malestar generalizado en grandes franjas de la
población, abandonada por todos los
sectores, sin que a nadie parezca importarle.
Las urnas
transparentes, son comedias de
circo, donde se hace magia para
contrataciones estatales que violan de entrada las reglas del juego. No hay
formación académica suficiente para los colombianos, ni hay interés verdadero en proteger a los menos
favorecidos, en un país que vive de
promesas no cumplidas, de propaganda oficial que muestra un país, que
no es el de las mayorías, de una
Patria que no nos duele de verdad.
Dicen que un
colombiano tiene “malicia indígena”. Eso lo debemos a la cultura del culto al
“Yo”. No importan los otros. “Yo” tengo que estar bien, aunque estar bien represente pisotear al otro, aunque sea al amigo, con el concepto de amistad, metamorfoseado
y convertido en complicidad. La
gente cree que es amiga cuando es
cómplice.
Solo cuando le pongamos coladero a los
políticos corruptos, inhabilitándolos de por vida; cuando sancionemos
ejemplarmente al industrial o al comerciante tramposo; cuando castiguemos al burócrata que pasa el límite y se convierte en un enemigo
de la sociedad, impidiéndole por siempre desempeñar cargos públicos;
cuando los verdaderos dueños del país
que somos los colombianos, le pidamos cuentas a los
“mayordomos” que hemos dejado manejen nuestro terruño. Cuando los corruptos sepan que la justicia no es juego, que su mazo rompe
todo el esquema de delincuencia que practican; cuando los jueces
sean probos, cuando los médicos sean honestos, cuando los arquitectos y los ingenieros no sobrevaloren
los costos de las obras, cuando no haya que pagarle “peaje” a alguien para
poder trabajar. En fin, cuando los intermediarios sin escrúpulos sean
erradicados de cualquier actividad
económica, en la que puedan hacer actos
de corrupción que no tienen freno.
Ese día; solo ese
día, Colombia podrá decir que ha progresado. Mientras tanto, son palabras vanas de
políticos que no cumplen lo que grabaron en mármol, de los que
convirtieron el bello arte de la política, en una cloaca, llena de mierda y de podredumbre.
Tenemos que comenzar
ya. No podemos esperara a que nos dejen sin nuestra Patria todos los
inescrupulosos y deshonestos que
nos rodean.