viernes, mayo 30, 2008

ENEMIGOS DEL TERROR









Me declaro enemigo acérrimo de la violencia y del terror. Un enemigo que no representará peligro, porque no utiliza la violencia para demostrar que esta contra ella.
Yo me declaro en contra de todas las violencias. 
De la violencia de los insurgentes, que violentos, quieren hacerse reconocer por el ruido que producen sus fusiles y sus bombas. De la violencia de esos insurrectos que utilizan la anarquía, para buscar que los conozcan, que los reconozcan, que sepan que existen. Me declaro en contra de sus métodos violentos, con los que han logrado sembrar tanto miedo como minas quiebra patas, dolor y anarquía. 
Me declaro en contra de ese grupo de violentos que han violado nuestras montañas, que le han hecho perder su virginal verde, cambiándolo por el rojo intenso de la sangre derramada a borbotones, por todos los muertos que han ido dejando en su carrera loca de asesinatos, programados los unos, indiscriminados los otros, en los que caen soldados y civiles, indígenas y transeúntes que algunas veces no tienen nada que ver con esa guerra. Me declaro en contra de los artesanos de esas tragedias, tejidas con explosivos y con secuestrados, con muertos al por mayor, dignidad menor, con cultivos y tráfico de drogas.
Me declaro en contra del terror, como una manera de ganarse la vida, intimidando al contrincante, de sembrar miedo entre los pobladores que los ven pasar, esos a los que marginalizan y empobrecen, robándoles las ilusiones y las esperanzas.
Me declaro en contra de la violencia de los paramilitares, que han descuartizado este país en sentido figurado y en sentido literal. De la violencia de esos grupos organizados al amparo de los políticos, de los que los ayudaron a financiarse, de los terratenientes, de los finqueros, de los ganaderos, de los industriales, que pagaron cuotas de afiliación y de mantenimiento durante años, para justificar la creación de esos grupos de violentos con los que decían estar legalmente defendiéndose de los insurgentes. 
Yo me declaro en contra de la violencia de los insurgentes, pero también me declaro en contra de la violencia de los para-militares.
Me declaro en contra de ese grupo que encontró en las operaciones pánico, en la guadañadora , en la moto-sierra, las armas mas violentas de guerras no convencionales, para sembrar el terror entre los pobladores de las comarcas que ocuparon. Me declaro en contra por sus muertos impunes, por sus fosas comunes, por sus asesinatos selectivos, por el poder sobornador que tienen, con sus montones de sucio dinero, adquirido con extorsión, intimidación, violencia y muerte. 
Me declaro en contra de los paramilitares que hicieron con terror, una reforma agraria al revés, quitándole la tierra a los campesinos o arrebatándosela a los finqueros que no los habían apoyado y también a los que los que los apoyaron, cuando esa violencia inventada contra la otra violencia, resulto ser mas violenta que la violencia que se pretendía combatir. Entonces se hicieron dueños de medio país, pero robándoselo, arrebatándolo, expropiándolo por vías ilegales y violentas a sus verdaderos dueños.
Me declaro en contra de los terroristas que han desplazado a mas de 3 millones de colombianos, para quedarse con sus tierras y llenar las ciudades de hombres, mujeres, niños y familias enteras, con hambre, con pobreza y con desarraigo.
Yo me declaro en contra de la violencia de los narcotraficantes. De ese grupo de procesadores de tragedia y dependencia, que llenan sus bolsillos con los dineros sucios y manchados del narcotráfico. De ese grupo que penetró todos los estamentos de nuestro país y le puso precio a todo, porque creen que con su maldito dinero todo lo puede comprar, incluido un buen nombre y la aceptación social. 
Me declaro en contra de esos productores de dependencias, que destruyen la vida de niños, jóvenes, adultos, familias, grupos y sociedades enteras. De ese grupo al cual le debemos el estigma que llevamos en el mundo, solo porque ellos, con su maldito negocio, rompieron todos los diques y pisotearon todos los principios. Porque con su violencia han destruido personas, grupos familiares. Porque asesinan sin piedad y por el peor de los motivos, el del dinero manchado. Porque millones de inocentes en Colombia y en el mundo entero, viven en la desgracia, con la que llenan sus cuentas bancarias, sus caletas o sus bolsillos.
Yo me declaro en contra de nuestra clase política corrupta, responsable de la tragedia que vimos. De los que sin pudor se unieron con insurgentes, para-militares y narco-traficantes, para poder acceder al poder y robarse el Estado. De ese grupo de deshonestos hombres de la Patria, de los que no se escapan presidentes, congresistas, gobernadores, alcaldes y muchos funcionarios públicos, a los que les debemos gran parte de nuestros males y muy poquitos de nuestros bienes. De ese nido de raposas y alimañas carentes de escrúpulos, de ética, de valores, de limites, de principios y de finales.
Yo me declaro en contra de los guerreros de Colombia. De los guerreros de la institucionalidad, de los que viven del negocio de la guerra, de los que la alimentan, de los que la usufructúan, de los que la viven y la gozan, de los que la juegan a diario, de los que convirtieron nuestro país en un campo de batalla, donde juegan sus juegos de guerra, para demostrar que tienen el poder de las armas, y con violencia decir que imponen el imperio de la ley, con la razón de la fuerza.
Yo me declaro en contra, porque en Colombia, la utopía de la paz solo será posible cuando comencemos a recorrer el camino de la reconciliación entre hermanos y comencemos a arreglar las diferencias, con la palabra en alto, los brazos abajo y las manos desarmadas.
No mas terror, es la consigna. No mas violencia. No mas secuestros. No mas asesinatos. No mas impunidad. No mas política de guerra. No mas plata para alimentar los cañones y dejar sin comida a los niños. No mas dinero para destruir el territorio colombiano con balas y bombas con los que se explotan, no solo los cuerpos de enemigos, sino nuestra biodiversidad, se contaminan los ríos, se destruye la selva, se aniquila la agricultura. No mas glifosato para hacer desaparecer unos cultivos, cuando tenemos enfermedades endémicas que nos ganan la batalla, porque no tenemos el dinero para comprar los medicamentos para combatirlas.
En fin yo me uno al grupo que quiera comenzar una resistencia civil contra los violentos y corruptos. Un grupo que busque la solución de los problemas por la concertación, el dialogo, la igualdad de oportunidades y la justicia social. 

jueves, mayo 29, 2008

CUANDO TODO TIENE UN PRECIO



“Después de que un dirigente comienza
a creerse indispensable e irremplazable,
un pequeño dictador comienza a nacer”
Luis Ignacio Lula da Silva


Esa frase la dijo el Presidente del Brasil, explicando su decisión de no aspirar a un tercer periodo. En Colombia tenemos que crear una palabra que no existe : es la egocracia. En nuestro país político, todo lo domina la autoridad del ego. El resto vale nada. Los últimos 5 años nos han dado muestras evidentes de eso. Por esa contagiosa forma de ver y de pensar un país, son muchos los que piensan que el país tiene un solo dueño, el Ubérrimo. Dueño del conjunto, que ahora se cree dueño de la historia. De la suya, de la mía, de la de todos. Porque aquí lo que impera es la autoridad del ego. Hoy es el ego del Ubérrimo. Mañana quien sabe, será otro ego copiado, nada más. 

Y así, la institucionalidad de nuestro país se derrumba cada vez mas, aunque quieran hacernos creer que es cada vez menos. El conflicto que vivimos en Colombia y que es entre nosotros pan cotidiano, se arregla de mentiras con propuestas tan estúpidas como insuficientes. Lo que se propone para reparar a las víctimas, es un remedo de reparación, en el que se le pone un desvalorizado precio a las personas que han caído víctimas de la violencia. Nos quieren hacer creer el mensaje, con el cual, la vida no vale nada y la muerte puede ser purgada con un puñado de manchados dólares. 
Macaco, el narco-paramilitar que ofreció 55 millones de dólares para reparar 15.000 víctimas, quiere limpiar su conciencia con 3.600 dólares por víctima. Algo así como 7 millones de pesos colombianos. En ese juego de desvalorización de la vida y de remates para pagar la muerte, piensan que la mancha de sangre se puede limpiar con un puñado de dólares, cada vez mas desvalorizados. Al viejo estilo de vaqueros y mercenarios, de piratas y filibusteros, convertidos después en héroes o en grandes señores, que todo lo pueden comprar, incluida la muerte, dado que siempre han tenido el mas profundo y olímpico desprecio e irrespeto por la vida. 
Pero esa es la oferta al comenzar el despreciable negocio de la vida. La verdad es distinta. Las cifras reales no solo son alarmantes sino despreciables. Según un dato que circula en los medios, a cada víctima de los paramilitares le correspondería una suma de 7.000.oo. Este proceso de justicia y reparación es un sainete mal contado, con un guión muy mal escrito por el Alto Comisionado para la Paz, Luis Carlos Restrepo, un oso para abrazar, una fiera para responder, y un imbécil para negociar en favor de las víctimas
Mientras eso pasa, el Presidente anula el contrato con la firma que lo asesoraba para hacerle lagartería al tratado de libre comercio. Fueron 300.00 dólares destrozados, tirados a la basura, para tratar de comprar una aprobación que estaba bien difícil y que por esa maniobra se volvió, si no hay sorpresas, imposible.
En la Colombia de Uribe todo tiene un precio. Tiene precio el silencio, que puede ser facilmente comprable. Tiene precio el bullicio, por el que, si conviene, se pagan fabulosas sumas. Tiene precio la mentira, que ha dado suculentos resultados a los que dicen reparar las víctimas. Tiene precio la verdad, porque hay que acallarla. Tiene precio la libertad, porque nada estorba mas en los caudillismos, que aguantar las voces de los que todavía tienen independencia intelectual y sensatez ética.
A esa Colombia de recompensas y de dineros que se mueven de la misma manera, en la que nos mostraron, los suelen hacer mover los delincuentes, se pagan el silencio y las palabras. Pero se pagan de paso las mentiras y las verdades, no importa que las verdades sean incompletas, a medias o deformadas, cuando no construidas desde falsos positivos, o salidas de historias creadas para hacerlas aparecer como verdades incontestables. Se ofrecen recompensas por no decir nada y por decirlo todo. Se pagan recompensas a delincuentes que delinquiendo, negocian información o venden sus secretos al mejor postor, hoy el Estado, dizque para ayudar a la justicia, esa misma que han ayudado a burlar groseramente, en el proceso de construir una nación mas digna. 
Así, no se construye un país decente. El Estado tiene que tener algo que lo diferencie de la delincuencia, y esa práctica hace que se diferencien en lo iguales.
Así no se construye un país mas digno. Así se construye un país todos los días mas indigno, un paraíso de parias y delincuentes, un país de políticos amorales e inmorales en donde las formas que utilizan las mafias y las organizaciones delictivas terminan no diferenciándose en nada de las que le han dado tan aparentes buenos resultados al Presidente de la Seguridad Democrática. Política de mentiras y sin reparación. Política de sapos, de injusticia y de “acusetas”. Injusticia de verdad, injusticia hecha política de Estado, sin que lo digan y aunque lo nieguen. Olvido total y perdón sin condiciones. 
Un país que resuelve sus problemas pasados y presentes de esa manera y con esas políticas, no puede pensar en estar construyendo un mejor país para las generaciones que nos sucedan, ni preparándose para un futuro mejor. En un país así, las manipulaciones que se establecieron como panaceas, cubren los pozos sépticos de su realidad política y económica, de su demencial lucha insurgente, de su publicitada seguridad democrática. Esas pozas son construidas con palizadas enclenques, bien adornadas con baraterías y maquilladas con cascarones frágiles de huevo, que se romperán con el menor movimiento y se destrozaran con cualquier peso, para volver a comenzar la historia de violencia que cargamos desde que colgaron a Juan de La Cosa.
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Que en las carceles no son todos los que están, ni están todos los que son, lo demuestra Mauricio Arias Arango. Mi saludo de solidaridad, para un hombre bueno.

RECOMPENSANDO ALIMAÑAS


"El ojo que ves no es ojo porque lo ves,
es ojo porque te ve."
Antonio Machado

Un gobierno que premia como héroes a terroristas, alimañas convertidas en sapos, es la subversión de todos los valores de nuestra institucionalidad, por un modelo de juego en el que un delincuente soplón, tiene mas valor que un hombre decente. De esta manera una delación puede llegar a valer cinco mil millones de pesos, sólo por que ha sido escrita por el espíritu insensato de la seguridad democrática, que pisoteando el Estado de Derecho, premia a los delincuentes, asesinos de asesinos y los convierte en héroes. Se vuelve añicos la institucionalidad. Pasamos a vivir en un estado que premia con holgura de nuevo rico a sus delincuentes, terroristas y soplones sin escrúpulos.

El Estado tiene que diferenciarse en algo de sus enemigos naturales. No podemos permitir que el Estado comience a utilizar las mismas armas que usan los marginales, los terroristas y los asesinos. Dejaríamos de ser un Estado de Derecho para convertirnos en una versión moderna, menos pintoresca que la del Oeste, en donde vaqueros y rufianes se diferenciaban en el momento en el que al uno le pagaban y por el otro pagaban una recompensa.

Nos acostumbramos a tomar partido a favor o en contra, de los que mueren o de los que matan. Hemos llegado al extremo insensato de creer que es matando o muriendo violentamente, como podemos arreglar este país. En esa perdida de límites y de cordura, comenzamos a caminar el camino sin retorno de la perdida de los valores, para mantener una institucionalidad, sobre pilares distintos a los que se establecieron en nuestra Nación, que cuenta con una Carta Magna, que casi todos han leído y de la que casi todos, en mayor o menor medida, se burlan impunemente.

La transformación que ha tenido nuestro escudo puede testimoniar bien nuestra historia de guerra fratricida. En 1548 el virreinato utilizo el escudo que hoy identifica a Santafé de Bogotá. Entre 1819 y 1834, tuvimos uno que representaba la Gran Colombia: un indígena con penacho dorado, arco y flechas a su espalda, sentado sobre roca sólida a la orilla del mar, empuñando con su mano izquierda una vara que estaba coronada por un gorro frigio de rojo intenso, símbolo de la libertad; rodeado de vegetación, con un sol naciente, un cocodrilo, una carabela y unas estrellas. En su parte superior tenia unas hojas de laurel que rodeaban un símbolo de unión representado en un par de manos que se saludaban.

Ese escudo fue remplazado por medio de una ley del 9 de mayo de 1834 por el que hemos tenido desde entonces, y que tiene tres franjas, la superior con una granada de oro, para recordar el nombre de la Nueva Granada. A los lados dos cuernos, que simbolizan la riqueza y la abundancia. De la derecha salen monedas de oro, y de la izquierda los frutos tropicales. En la franja del centro un gorro frigio que sigue siendo el simbolo de la libertad. En el tercero el istmo de Panamá con los dos mares y un velero en cada uno de ellos.

Curiosamente las manos amigables del primer escudo se cambiaron por un cóndor que despliega sus alas y deja descolgar de su pico una cinta con las palabras “Libertad y Orden”. A los lados la bandera y sus basónes. El cóndor representa al de los Andes y fue escogido como emblema de libertad y soberanía.

Uribe propuso, por intermedio de uno de sus títeres en el Congreso de la República, el cambio del escudo. Dijeron se debía quitar el istmo de Panamá y colocar en su lugar la Isla de San Andrés. No faltaría sino que cambiaran el Cóndor por un sapo y que la franja de Libertad y orden sea rediseñada con las palabras Seguridad y Democrática.

Que el color rojo ya no sea el de la sangre vertida en las gestas libertadoras, sino en el desplazamiento forzado de los campesinos que huyen por las masacres a que son sometidos por paramilitares, narcotraficantes y guerrilleros, que el gorro frigio, simbolo de una libertad que es de mentiras sea remplazado por un sombrero vueltiado. Que las granadas sean cambiadas por minas quiebra-patas y las carabelas, simbolo de un comercio prospero sean cambiadas por fragatas que simbolicen la guerra insensata en que vivimos. Que el mapa de Colombia se rediseñe sin limites, para mostrar la lección aprendida por nuestro gobernante, en el cual las fronteras no existen y que se pueden violar a discreción del presidente y de su ejercito, cuando a bien tengan, pasándose por la faja las convenciones internacionales y los tratados que existen.

Hay que combatir el terrorismo, sin duda, pero para hacerlo no se puede tirar por la borda nuestra Constitución y nuestro ordenamiento jurídico. La brutalidad y demencia del agresor, no justifican que el que se defiende se vuelva terrorista y demente. El fin no justifica los medios.

El guerrillero que asesino a su jefe no debe ser premiado. A su larga lista de asesinatos, se le debe sumar el que cometió con su jefe, aunque en el delirio justifiquen su muerte. El único pago que debe recibir es el de una condena por todos los crímenes cometidos. No pueden convertirlo en un ejemplo digno de imitar y volver añicos la institucionalidad, premiando a un delincuente, que no por entregarse con la mano podrida, dejo de ser delincuente.

El Padre Llano, que durante 40 años ha escrito con sabiduría, publicó en el tiempo lo injustificable, cita la biblia y el “ojo por ojo, diente por diente”. Con esa literal concepción de los libros sagrados, Osama Bin Laden y los talibanes justifican en el Corán el terrorismo en que metieron al mundo, en lo que creen son las enseñanza de Allah. Vuelve a probarse que no hay combinación mas peligrosa que la de religión y política, pareja insensata de destrucción masiva.