martes, mayo 19, 2009

¨...A LINCHARLOS...¨








¨La muerte es lo más precioso que le ha sido dado

al hombre. Por esa razón hacer un mal uso de la misma

constituye una impiedad suprema...¨

¨La gravedad y la gracia¨. Simone Weil. 

La invitación al linchamiento de los corruptos es inaudita. Escucharla del Primer Mandatario de la Nación, que juró cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes vigentes en Colombia el día de su posesión, produce indignación y enojo,. 

Los linchamientos han sido utilizados por los más despiadados gobiernos y por las mas horrorosas dictaduras. Con el linchamiento de seres humanos, se han escrito en letras de sangre las peores historias de masacres cometidas contra la humanidad. 

Parece una pequeña tontería, recordar como Caín ¨linchó¨ a su hermano Abel. Lo hizo con la quijada de uno que era menos burro que él, aunque fuera más asno. Con el linchamiento, se sustentaron las más pavorosas cruzadas moralizadoras del mundo civilizado. Linchando a sus semejantes, se escribieron las peores páginas de la historia de la barbarie humana. Las de la antigüedad y las de las épocas modernas.

Los romanos lincharon  literalmente, a todos los que se atravesaron en su camino, para levantar su imperio y de paso lincharon a los que no se atravesaron también. Ha sido una constante escrita por el hombre, eso de linchar a sus contrincantes. Es la hegemonía de la fuerza bruta sobre el poder de la razón. El poder linchador del miedo aplastando comarcas enteras, arrasando países a los que se les violaron las fronteras, la cultura, la ideología,   las creencias religiosas y también las políticas. 

La propuesta de ¨lincharlos¨ que ha hecho el Presidente, es en llano lenguaje la invitación a arrollarlos, a eliminarlos, a sacrificarlos, a destruirlos,  a demolerlos, a arruinarlos,  a devastarlos, a derribarlos, a arrasarlos,  a deshacerlos, a desbaratarlos, a descomponerlos, a aniquilarlos, a  exterminarlos, a sacrificarlos,  a liquidarlos, a extinguirlos.

Detrás de esa aparente inocente incitación a ¨lincharlos¨, palabra desafortunada que sin sonrojarse pronunció el Presidente Uribe, él invita a sus compatriotas a violar la ley y pasarse la legalidad por la faja. Invitó a batirlos, a destruirlos, a desangrarlos, a perjudicarlos,  a dañarlos, a vagabundearlos, a   desangrarlos, a ultimarlos.

Como si ¨lincharlos¨ fuese una de las penas que en este supuesto Estados de Derecho están permitidas, para combatir a los corruptos y a su corrupción. ¡Que horror!

Por supuesto queda mal parado el Presidente. Si, mal parado él, que propone esta forma de hacer justicia y hace esa invitación en momentos como los que vivimos en Colombia. Momentos en los que necesitamos un hombre con suficiente claridad mental para apaciguar los ánimos, y con suficiente autoridad moral para suavizar las arremetidas de la violencia, para no permitirnos el lujo estúpido e inmanejable, con el  que se deja salir a flote toda la barbarie reprimida, que envenena el alma y produce efectos devastadores en una sociedad ya sometida a excesos insoportables de crueldad. Porque violencia, aunque no lo crea el Presidente y no lo crean sus seguidores, es  también hacer un uso inadecuado del lenguaje, para incitar a las mayorías a hacer justicia por si mismas, con sus propias manos y sus muy personales creencias, azuzados con el estímulo, la anuencia y el beneplácito del que nos gobierna. ¿Cómo mas podría llamarse  a esta invitación soterrada y mediática a ¨linchar¨ que está proscrita en nuestras leyes?

Recordar frases como: ¨Vamos a bombardear la serranía de la Macarena¨ y ¨Vamos a linchar a los corruptos¨, produce una sensación íntima de desazón y desconcierto que no se pueden disimular fácilmente. 

  Es como si se tratara de hacernos creer, que con las mismas armas de los violentos, se pueden combatir su insensatez y su locura, y lo peor, suponer que solo cediendo  terreno a la tentación de ser tan violentos como ellos, se puede arremeterlos y controlarlos, hasta hacerlos desaparecer de la faz de nuestra patria. 

La intención parece a simple vista buena, pero es absolutamente perversa y no esta permitida en nuestro ordenamiento jurídico. Bueno, eso al menos creemos muchos colombianos, con respecto a los derechos humanos y a las reglas y normas que están contempladas en el ordenamiento jurídico, que tenemos establecido en Colombia, como si fuéramos un Estado de Derecho. No podemos seguir el ejemplos de los ¨Rambos¨ justicieros, que en papeles protagónicos de héroes de mala calaña y baja estofa, nos quieren seguir  mostrando la violencia y el ¨linchamiento¨ como el ideal libertario, con el que recuperaremos la dignidad perdida.    

Pero  para los hombres que quieren pasar del Estado de Derecho al estado violento de hecho, eso no importa. ¿Qué diferencia hay entre la violencia de los unos y la violencia de los otros? Es acaso la violencia que se ejerce desde la institucionalidad, menos violenta que la violencia que se ejerce cuando se esta fuera de ella? 

Somos muchos los que no lo creemos así. Somos muchos los que pensamos que nos tenemos que diferenciar de los violentos, precisamente en que no es la violencia el arma que creemos, sirva para recuperar la institucionalidad y la legalidad, ni hacer frente a los que están fuera del marco de la ley. 

La propuesta del Presidente Uribe no podía ser peor. Produce vergüenza viniendo de quien viene. Esa propuesta lanzada al rompe, esta vez sin los diminutivos zalameros que le son tan afectos, la entendemos mucho menos, cuando sabemos que con lo hecho y dicho, se pisa ese borde peligroso, en que se pasa con facilidad de la constitucionalidad al totalitarismo, pues lo mínimo que espera la gente, es que su gobernante, el que tiene la sartén por el mango y el mango también, funja de demócrata aunque haya dado muestras de no serlo.


LOS COSTOS DEL REFERENDO



Las cifras no mienten. Ellas están ahí expresando la verdadera medida de la idea.  Ellas quedan a la vista de todos, para que se repasen diariamente. Ponen en cintura el concepto y lo bajan del escalón del sueño. El Presidente se dejo contar. Todo lo que se diga para explicar lo que aconteció, pasa por los laberintos de la mente sin inmutarse. Todo lo que se discuta ahora, no será mas que una disculpa para intentar convencer a otros de una realidad que no se quiere aceptar. El referendo era tan inútil, como injustificado su costo en la Colombia pobre en que vivimos. 

La verdad no puede ser fragmentada, aunque cada uno tenga que aceptarse con su propia veracidad. Todo lo demás son los esperados pero inaceptables pataleos de las falacia y equivocaciones. Son los sofismas elaborados con que quieren explicar el fracaso.   Con el inútil referendo, se puso en evidencia la profunda fragilidad ideológica del actual gobierno. La debilidad programática era ya evidente desde hace mucho tiempo.

Uribe cuenta en su haber hoy, con algo que nadie habia podido hacer a lo largo de nuestra vida republicana. Sus recalcitrantes posturas de derechista no moderado, han llevado el país a una reacción de impredecibles consecuencias. Las elecciones de ayer abrieron las compuertas a la izquierda colombiana. Esperemos que esta si sea moderada. Si no lo es y se polariza, como tiene polarizado el país el Presidente,  deja de ser izquierda y se torna  siniestra.

Todavía no sabemos los costos directos del referendo. Nunca tendremos una cifra real y confiable de sus inmensos costos indirectos. Sabemos eso sí, que no es lógico invertir esa suma de sumas en un país que cuenta en su haber, con confesados índices de pobreza y de necesidades no resueltas.  Es infame pensar en la gente que muere en todos los rincones de Colombia por falta de atención en salud, derivada  a su vez de la falta de recursos disponibles para promocionarla y atenderla. Es vergonzoso  saber de los niños que permanecen  todavía sumergidos en el lodo de la ignorancia y el analfabetismo, por falta de mecanismos que les garanticen el acceso a la educación, derivados directos de la falta de recursos disponibles para ejecutarla.  En fin, hay tantas cosas imperdonables en Colombia, que nada justifica se haya invertido esa suma de sumas en una fantasía terca del Presidente.

Se presentan a la opinión pública unas estadísticas falseadas de la popularidad del Presidente. Quieren inflarlas con el hipotético apoyo de los que están al margen de esa franja de 5.800.000 colombianos que por el votaron, y que lo siguen acompañando como su puntal popular. Pero los 22 millones de colombianos que no votaron, de los 28 millones que tiene el censo electoral , no se los puede abrogar, el mismo, ni algún Uribista sensato, como sus seguidores. Ellos no botan entre otras cosas, porque no creen en el país politiquero, incluido Uribe en ese país politiquero. 

La gravedad de la situación en Colombia, no se puede seguir atacando solamente con medidas represivas y con exageradas cargas tributarias.  Eso es mas fácil evidentemente,  mas espectacular si se quiere, pero es mucho menos productivo y muchísimo menos libertario.  El lenguaje de los hombres que están en sano juicio, en un país en el que sea realidad el progreso armonico, se caracteriza porque desborda la persona del que los gobierna. Un Presidente trascendente  será aquel, que haga algo que no lo beneficie a el mismo. Aquel que aplique para si el ejemplo del ojo. Es bien curiosa la paradoja del ojo, que tiene  la capacidad para ver el mundo dependiendo de la incapacidad que tiene para verse a si mismo. Pero el ojo solo se mira a si mismo, cuando esta enfermo. Una persona que tiene una catarata por ejemplo, solo ve una nube en su propio ojo. Lo peor es que cuando el ojo esta enfermo y solo se ve a si mismo, ve en las fuentes luminosas que lo enceguecen, un abanico de los colores del arco iris. En la proporción en que un ojo se fija en algo de si mismo, tiene  en esa misma proporción perturbada la visión. Un Presidente debe ser como un ojo, que cuanto menos vea de si mismo, mas puede entregarse a la causa de los hombres a quienes gobierna. 

El referendo nacio muerto. Solo fue una propuesta populista del mas aplicado de los populistas que ha tenido el país. No había nada que lo justificára, que no se pudiera hacer por vía Constitucional. Los costos no habrían sido muchos, pero habría sido menos espectacular. Al Presidente  le gusta el espectáculo circense del poder. Los colombianos todos, incluidos los uribistas, pagaremos el costo de la aventura  presidencial. 

  Ya su ministro estrella (al que llaman Dios, porque esta en todas partes y nadie lo puede ver),  dijo que dimitía.  Pero el Presidente no dimite  ni dimitirá. El se va a encargar de llevarnos hasta el final, y no contento con eso querrá quedarse por mas tiempo.  Vamos a ver cuantos de lo que hoy lo respaldan incondicionalmente, lo seguirán a ciegas como hasta ahora, en el final de su cuatrienio. Esperemos que para entonces tengamos un país. Esperancémonos en la posibilidad de que no se nos desgrane por completo la institucionalidad, ni se nos desangre del todo la Patria mal amada que tenemos. Si para eso es necesario que le salga la magia al mago y que continúe la hipnosis colectiva,  pues que le salga y que continúe.  Colombia no resiste mas desangres. Los colombianos nos resistimos a perder la esperanza y a tener mas frustraciones.