El silencio es mudez, mutismo y afasia; antónimo por supuesto de quien tiene voz y habla. Pero también es reserva, secreto, ocultación, mordaza y discreción, y, aquí antónimo de manifestación o explicación. Y puede ser tregua o pausa, lo que se opone a ruido o a sonido. Y no por casualidad el silencioso es callado, mudo, taciturno y sordo; reservado, sigiloso y secreto, lo que se opone a ruidoso y expresivo.
Como vivimos en una sociedad que ha sólido con frecuencia inusual apocarse en el silencio, ante la realidad de los problemas que la agobian, entonces a otros les obliga la situación a tomar las riendas. Buena por esa Sr. Alcalde y también buena por esa Sr. Tadéo. Porque criticados, señalados, insultados, están haciendo de padrastros en una sociedad donde los padres hemos sido irresponsables en la educación, orientación y formación de nuestros hijos.
¿Donde nacen los hombres de bien? Simple. En cualquier barrio o en cualquier casa donde haya padres que hagan que sus hijos aprendan, todo lo que puede ser enseñado por un padre-maestro, haciéndoles un lugar seguro y forjándoles un futuro. A los hijos hay que enseñarles a tener temple, conciencia, solidaridad, responsabilidad, sentido de la justicia y del honor. Que sean virtuosos sin que sean débiles. Que sean honestos y que no sientan vergüenza por ello, en una sociedad en la cual de tanto ver triunfar las nulidades, de tanto ver agigantarse el poder en manos de mediocres y mentirosos, el hombre ha comenzado a sentir pena de ser honesto, de ser simple, de ser bueno, de ser limpio de corazón y de tener el corazón tranquilo y las manos puras.
Por que hay que conducir a los hijos, como el pastor guía sus ovejas, reprimir cuando sea menester y seguir en la lucha de educarlos con amor, hasta que aprendan a ser hombres de bien.
Se les debe enseñar la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto. Entre lo justo y lo injusto. Entre lo decente y lo indecente. Entre el camino recto y el sendero torcido. Por que los hijos son como los árboles, que cuando se desvían, necesitan ser enderezados en época tierna y cuando están biches, para que no crezcan irremediablemente torcidos. Necesitamos tener hijos con una fortaleza moral del tamaño del baobab, y con las inclinaciones a lo débil reducidas en la podas hasta convertir sus defectos en bonsái.
Se hace necesario enseñarles buenas costumbres , que se acompañan de buenas maneras, que las buenas costumbres no discriminan estrato social , son buenas en el rico o en el pobre y son mejores que cualquier otra habilidad que se les enseñe.
Solo con la imagen de padres rectos, se pueden tener hijos que inflamados por el cariño quieran imitarlos y se les parezcan.
Hay que educarlos para que tengan armonía en su alma y en su corazón y no en la fuerza de sus puños o en su capacidad para la trampa y el engaño.
Necesitamos una sociedad formada por hijos que no necesiten que se rinda homenaje a su honor , su virtud o su buen comportamiento, y esto solo se logra con padres que les enseñen el valor de los mismos.
Pero vivimos en una sociedad donde los padres callan y los hijos solo escuchan el eco del silencio y los hijos levantados en el mundo sin sonidos, se comportan por cuenta del silencio como un vagón descarrilado , que va torcido y quiere torcer a todo s los que encuentre en rededor.
El pudor , la honradez , la virtud, la rectitud y el sano vivir no se heredan , tienen que ser enseñados y los hijos las aprenden si se les enseñan.
Si los padres están callados y están ausentes, los hijos solo escuchan silencios y tienen entonces terreno fértil para todos los vicios y todos los dolores humanos.
Nuestra sociedad se derrumba de manos de padres ausentes y de hijos nacidos en el sonido del silencio.
Necesitamos padres que asuman su papel y estén presentes y hablen para que sus hijos oigan. Padres que corrijan, enseñen, rectifiquen para que sus hijos tengan la opción de una vida distinta, en la cual la verdadera riqueza esta en el valor de los principios y la estructura de una personalidad recta.
No tendremos sociedad en el futuro, si no se rompe el silencio y dejamos los hijos irresponsablemente sometidos al vaivén de lo superfluo, lo fácil,. En ese viaje al garete irán sin duda a parar en la cloaca de la corrupción , la inmoralidad, la amoralidad, la falta de valores y la ausencia de principios.
¿Sabe Usted por casualidad dónde están sus hijos ahora?. ¿Y sabe qué están haciendo por acaso?. ¿Y sabe cómo lo hacen?.
Sea hombre y enfrente la responsabilidad de ser guía de sus propios hijos. No los abandone mas al presente de la ausencia, para que no recoja los frutos del silencio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario