El corazón se agita leyendo la carta de Ingrid Betancourt. Es la carta que envía a los suyos, pero que se convierte en el quejido de todos los secuestrados sin nombrarlos.
El dolor que describe va mas allá de todos los otros dolores.
Muestra una Ingrid con integridad de pensamiento, a pesar de su debilitada situación física. Es una carta de desespero y de angustia, apagadas por la esperanza.
En esa comunicación, Ingrid nos muestra la verdadera fortaleza de su corazón y nos muestra nuestra realidad de país indiferente, de nuestra falta de vergüenza. Resume con claridad la indiferencia de nuestros gobernantes y la crueldad de los que mal se llaman ejercito revolucionario.
Ingrid ha ganado profundidad y sensibilidad, pero ha pagado un costo muy alto.
No nombra a Álvaro Uribe, ni a Luís Carlos Restrepo, ni a los altos mandos políticos y militares que juegan a la democracia, en un país donde la esclavitud no ha sido desterrada. Nos muestra la mas desgarradora fotografía de un país de indiferentes, en el que la política es un simple juego de poder y un festival de vanidades, que no se duele de sus compatriotas condenados a morir de tristeza y abandono.
Retrata, sin nombrarla, la estupidez de la guerrilla y su demencial actitud, su indiferencia ante las realidades de la gente, su verdadero desprecio por la vida humana, su real dimensión de fuerza de conflicto carente de sentimientos y sin norte. No puede seguir diciendo la guerrilla que ella lucha por la emancipación de un pueblo, cuando comete el crimen imperdonable de torturar a los hijos de ese pueblo.
Hace una fotografía exacta, sin referirlo. Retrata la indiferencia de un Estado que no cumple sus propias normas. Retrata la intransigencia de Uribe, muestra ampliada la mano dura e insensible del presidente Uribe y, dibuja la estupidez de la Seguridad Democrática. Refleja, que toda la basura que se habla sobre la bondad de esa política, no compensa en nada, la indiferencia e impotencia que demuestra, ante los sufrimientos verdaderos que tienen los que privados contra su voluntad de la libertad, mueren en vida, sin que sus lamentos sean escuchados, ni sus dignidades tenidas en cuenta.
Ingrid Betancourt logra en la carta a su madre destapar todas las falencias y purulencias de nuestra desacreditada democracia, de esa guerrilla desalmada, de ese gobierno insensible, de ese presidente que con mucha retórica y exceso de demagogia cara, no se preocupa de verdad por defender el bien principal de una nación, que es la vida de sus ciudadanos.
Una Colombia en la que actúa una guerrilla despiadada y cínica; una Colombia que tiene un gobierno en el cual la gente no vale nada; una Colombia en la que la vida esta relegada al último lugar de las prioridades, es una Colombia que nos debe causar vergüenza.
Ingrid Betancourt nos da una lección de valor interior, como única posesión en ese cautiverio cruel en que se encuentra. Ingrid nos hace sentir el verdadero drama de los secuestrados; no solo el de ella, sino el de todos los otros secuestrados, que contra su voluntad han sido mutilados de ilusiones; hombres y mujeres a los que les han arrancado contra su voluntad los derechos mas elementales y a los que someten a una vida de tortura y olvido.
Ingrid Betancourt, ha hablado por todos los secuestrados sin nombrarlos. Ha mostrado con fotográfica precisión la situación real de los hombre y mujeres, que privados de su libertad lo pierden todo, para convertirse en las monedas con las que juegan a la guerra, los insurgentes y las fuerzas del Estado.
Cuál democracia? Cuál Estado de derecho? Cuál Corazón grande? No tenemos nada de eso. Ingrid nos muestra la realidad de un país que produce vergüenza. La realidad de una Nación indolente. La verdad de un Gobierno sin corazón, insensible a todos los lamentos y a todos los dolores de su gente.
Después de leer los apartes de su carta, Ingrid nos ha mostrado todas las purulencias de nuestra realidad, la absoluta indiferencia que tenemos con el bien común, la concepción equivocada que nos han promocionado de la libertad.
Ingrid se convierte en un ícono sumido en la tristeza y abandonado, por un gobierno de burócratas e incapaces, llenos de soberbia, poder e insensibilidad.
Esperemos que sus profundos motivos internos, le den la fuerza y sean los que la mantengan viva en la esperanza de volver a la libertad que le ha sido brutalmente arrebatada.
Esa es la situación de Ingrid Betancourt y la de cada uno de los miles de secuestrados que hay en Colombia. Esos hermanos por los que no hemos tenido ni el coraje, ni la fuerza, para levantarnos como nación, por encima de las determinaciones de sus dirigentes ciegos, sordos e insensibles y la de sus violentos y desalmados insurgentes.
Muestra una Ingrid con integridad de pensamiento, a pesar de su debilitada situación física. Es una carta de desespero y de angustia, apagadas por la esperanza.
En esa comunicación, Ingrid nos muestra la verdadera fortaleza de su corazón y nos muestra nuestra realidad de país indiferente, de nuestra falta de vergüenza. Resume con claridad la indiferencia de nuestros gobernantes y la crueldad de los que mal se llaman ejercito revolucionario.
Ingrid ha ganado profundidad y sensibilidad, pero ha pagado un costo muy alto.
No nombra a Álvaro Uribe, ni a Luís Carlos Restrepo, ni a los altos mandos políticos y militares que juegan a la democracia, en un país donde la esclavitud no ha sido desterrada. Nos muestra la mas desgarradora fotografía de un país de indiferentes, en el que la política es un simple juego de poder y un festival de vanidades, que no se duele de sus compatriotas condenados a morir de tristeza y abandono.
Retrata, sin nombrarla, la estupidez de la guerrilla y su demencial actitud, su indiferencia ante las realidades de la gente, su verdadero desprecio por la vida humana, su real dimensión de fuerza de conflicto carente de sentimientos y sin norte. No puede seguir diciendo la guerrilla que ella lucha por la emancipación de un pueblo, cuando comete el crimen imperdonable de torturar a los hijos de ese pueblo.
Hace una fotografía exacta, sin referirlo. Retrata la indiferencia de un Estado que no cumple sus propias normas. Retrata la intransigencia de Uribe, muestra ampliada la mano dura e insensible del presidente Uribe y, dibuja la estupidez de la Seguridad Democrática. Refleja, que toda la basura que se habla sobre la bondad de esa política, no compensa en nada, la indiferencia e impotencia que demuestra, ante los sufrimientos verdaderos que tienen los que privados contra su voluntad de la libertad, mueren en vida, sin que sus lamentos sean escuchados, ni sus dignidades tenidas en cuenta.
Ingrid Betancourt logra en la carta a su madre destapar todas las falencias y purulencias de nuestra desacreditada democracia, de esa guerrilla desalmada, de ese gobierno insensible, de ese presidente que con mucha retórica y exceso de demagogia cara, no se preocupa de verdad por defender el bien principal de una nación, que es la vida de sus ciudadanos.
Una Colombia en la que actúa una guerrilla despiadada y cínica; una Colombia que tiene un gobierno en el cual la gente no vale nada; una Colombia en la que la vida esta relegada al último lugar de las prioridades, es una Colombia que nos debe causar vergüenza.
Ingrid Betancourt nos da una lección de valor interior, como única posesión en ese cautiverio cruel en que se encuentra. Ingrid nos hace sentir el verdadero drama de los secuestrados; no solo el de ella, sino el de todos los otros secuestrados, que contra su voluntad han sido mutilados de ilusiones; hombres y mujeres a los que les han arrancado contra su voluntad los derechos mas elementales y a los que someten a una vida de tortura y olvido.
Ingrid Betancourt, ha hablado por todos los secuestrados sin nombrarlos. Ha mostrado con fotográfica precisión la situación real de los hombre y mujeres, que privados de su libertad lo pierden todo, para convertirse en las monedas con las que juegan a la guerra, los insurgentes y las fuerzas del Estado.
Cuál democracia? Cuál Estado de derecho? Cuál Corazón grande? No tenemos nada de eso. Ingrid nos muestra la realidad de un país que produce vergüenza. La realidad de una Nación indolente. La verdad de un Gobierno sin corazón, insensible a todos los lamentos y a todos los dolores de su gente.
Después de leer los apartes de su carta, Ingrid nos ha mostrado todas las purulencias de nuestra realidad, la absoluta indiferencia que tenemos con el bien común, la concepción equivocada que nos han promocionado de la libertad.
Ingrid se convierte en un ícono sumido en la tristeza y abandonado, por un gobierno de burócratas e incapaces, llenos de soberbia, poder e insensibilidad.
Esperemos que sus profundos motivos internos, le den la fuerza y sean los que la mantengan viva en la esperanza de volver a la libertad que le ha sido brutalmente arrebatada.
Esa es la situación de Ingrid Betancourt y la de cada uno de los miles de secuestrados que hay en Colombia. Esos hermanos por los que no hemos tenido ni el coraje, ni la fuerza, para levantarnos como nación, por encima de las determinaciones de sus dirigentes ciegos, sordos e insensibles y la de sus violentos y desalmados insurgentes.
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