Solo hay una regla para todos los políticos del mundo:
No digas en el poder lo que decías en la oposición.
Jhon Galsworthy
No digas en el poder lo que decías en la oposición.
Jhon Galsworthy
El sistema capitalista que predomina en buena parte del mundo de hoy, a las puertas del fin del siglo y del milenio, se implantó gracias entre otras muchas cosas, a la acción de Regan y de Juan Pablo II, para dar el golpe de gracia al bloque soviético; golpe que inició Wallesa en Polonia con el movimiento Solidaridad y siguió la Perestroyka de Gorvachov.
Este sistema Capitalista y salvaje, esta lejos de ser la fórmula mágica con la que se eleva la dignidad de los pueblos, y con ella la de los hombres que a la postre son los que forman los pueblos.
Sin embargo, no cabe duda alguna del hecho cierto, de saber que es menos malo, porque no es mejor, que las ¨dictaduras del proletariado¨ que manejó el comunismo, con la mentira de trabajar en beneficio del pueblo, cuando lo único real era que lo oprimían y embrutecían de un tajo, para poder dar cabida al enriquecimiento de cúpulas autoritarias y desalmadas. Fueron 70 años de opresión para cambiar un Zar por un azar, produciendo corrupción, empobrecimiento, alcoholismo y represión inimaginables, detrás del ya caído muro de Berlín, que colocaba una cortina que impedía ver la realidad vivida por nuestros congéneres de las estepas y sus alrededores.
Se cumplía así el principio establecido por la sabiduría popular que establece, que en las dictaduras pensar es morir y resignarse es agonizar eternamente.
¿Pero, cuáles son las perversidades del capitalismo? Evidentemente son muchas.
Bástenos decir que produce el enriquecimiento de pocos a expensas del empobrecimiento de muchos. Que concentra la fortuna en pocas manos, mas ágiles que laboriosas, porque se hace capital con mano de seda, a expensas de ampollar las manos de los que trabajan de verdad con ellas. En definitiva la riqueza es la causa de la pobreza, de la misma forma en que la pobreza es la causa de la riqueza.
Es que deleitarse a la ¨hora del te¨, con un vaso de cristal de roca importado de la bella Italia, lleno de otras rocas cristalinas que se forman por el hielo y su escarcha, para endulzar el escocés, es evidentemente mejor que pasar la jornada de trabajo con una ¨pola¨ después de haberse raspado la cola, cuando no con agua de panela sin acompañante, ni almíbar.
Todo esto se asimila a las diferencias establecidas socialmente, como una copia de las jerarquías de la Teogonía Mosaica y la de la visión Agustiniana del reino de Dios, donde hay Ángeles, Arcángeles, Querubines, Serafines, Tronos, Principados y Potestades. Pero bueno, ese sistema cuando se unta de función social, produce el bienestar colectivo que si compartido por la sociedad entera, no vale la pena discutirlo.
Grave eso si, vivir en un país capitalista, que se adentro por cuenta del magnate de la OEA, César Gaviria y la de sus muchachos, en la onda del capitalismo salvaje, en el cual, con la promesa de crecer el PIB, por ser interno y por ser bruto, solo se logró ampliar la brecha, agigantar la riqueza de los ricos que son poquísimos, poner a jugar a los que estaban en la Banca, que con las excepciones que confirman las reglas, bordearon los linderos de la usura en el propósito de fortalecerse. Cuando estábamos sumidos en la debacle que produjo el gobierno de “ES EL TIEMPO DE LA GENTE, agravada por le de “EL CAMBIO ES AHORA”, tuvimos que subvencionarlos entre todos con el famoso 2 X mil, para salvarlos de la BANCA ROTA.
Prometieron que era temporal, pero como todo lo que prometen los políticos es mentira o lo incumplen, lo volvieron permanente y lo subieron al 4 x mil.
Paradoja inentendible, que cuando la Banca está fuerte y deja ganancias contadas en billones de pesos, no las compartan con nadie. Pero eso tampoco tendría importancia, si tenemos en cuenta que nada les importa a todos, y que los fines, dicen ellos justifican los medios, por mezquinos que ellos sean.
El Ministro, Juan Camilo Restrepo, serio por cierto, pero cumpliendo los desacertados rumbos del PRESIDENTE LIGTH, ha revelado el presupuesto para el año fiscal del inicio del milenio: 43 BILLONES de pesos. Buena y sonora cantidad es cierto, si no tuviere un pero, y el pero que tiene es mayúsculo: 24 BILLONES en funcionamiento del aparato estatal, 15 BILLONES en pago de deuda y solo 3 BILLONES en inversión.
Es el elogio a la razón hogareña, que me enseñara mi madre cuando me dijo sobre el trabajo domestico que: “1 trabajaba por 1, 2 por media y 3 por ninguna”. Complementado en la opinión que le escuché mi padre, cuando decía que ¨los economistas jóvenes, eran niños que dejaban de orinarse en la cama, para cagarse en el país´.
Pues bien, un Estado soberano, como ilusamente decimos es Colombia, no se puede dar el lujo de gastar 40 billones para poder ejecutar inversiones por 3. No hay lógica razonable que pueda explicar esa estupidez.
Un país donde los negocios de los marginales: narcos, traquetos, facinerosos, paras, y guerrilleros, y también le de los políticos, son los únicos de una rentabilidad tal, que los visitan de Wall Street y la intermediación de alemanes. Todos esos son los únicos que tienen utilidades netas, superiores a las que se pueden conseguir con el trabajo laborioso, honrado de cualquier empresa o persona en le día a día. Ellos parecen poseer el secreto de la alquimia, al convertir plomo en oro, en los alambiques donde se procesa la droga maldita, o en los posos donde pululan las pescas milagrosas, o en los presupuestos nacionales o regionales o locales en los que meten a su antojo y sin control las manos.
Cuando un Gobierno diga, que tiene 3 billones para su funcionamiento burocrático, al servicio de un programa de inversiones por 40 Billones de pesos, tendremos un Estado que cumple con ser el ordenador del gasto público, con los dineros recolectados de los contribuyentes. Pero, cuando lo hace en buena proporción con una burocracia inepta y corrupta, que vale 40 pesos por cada 3 que ejecuta y de los cuales además roba parte, nos enfrentamos con un monstruo de tres cabezas, llamado: Estado inoperante.
Ese mismo es le Estado al que el cínico Lemos, llamó en el título de su libro (ISBN 958-95189-1-5): EL ESTADO LADRÓN. Digo cínico, claro está, porque el siempre hizo parte de ese Estado al que criticó. Estado del cual recibió inmerecida e indigna pensión, por 10 míseros días de algarabía palaciega.
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