La suerte esta hechada. Sigue la celebración; se cumplió un año y la resaca no ha comenzado todavía. La gente disfruta la fase inicial de la embriaguez política. Pero ya en el horizonte, se avizoran los nubarrones negros que preanuncian un gran chubasco. Estamos todavía en trance hipnótico. El Presidente es un mago, un ilusionista, un malabarista de los medios y la imagen; vemos un pueblo hipnotizado. Pero la magia sin duda alguna, va a llegar a su fin. No hay país en el mundo que se pueda mantener seguro, sobre los frágiles alicerses de una política de liberalismo feudal, que produce efectos de espejismo. El palo no esta para cucharas, dice la sabiduría popular. Cuando llueva sopa todos estaremos de tenedor. Solo se ataca la violencia. El presidente no quiere saber nada de las causas de la violencia.
Los últimos gobiernos en Colombia han sido cardinalmente opuestos, pero unánimemente desacertados. Tuvimos en el Capitolio a un hombre que se ganó la presidencia en un entierro, por cuenta de la generosidad de un adolescente emocionado. Hablaba con chillido de gallina clueca y por supuesto no fue el gallo que todos esperaban. Después, nos obligamos por mansos a sufrir el cuatrienio, de un vivo que se hacia el bobo, mientras pagaba caros los favores que necesitaba para poder estar ahí y ahí quedarse. Hicimos de mensos y el aprovechó. Pagó al contado, pero no con su plata. Era la de los contribuyentes. Por su cuenta también, vimos tan incrédulos como impotentes, como se posesionó para nada y pasó a la historia como ex-presidente, un payanés ya fallecido, alabado después de muerto, haciendo cierto aquello de que no hay muerto malo ni novia fea. Nos tuvimos que aguantar inanes, los cuatro años de un bobo que se hacia el vivo, el presidente Sabro, superficial y yupi. El que por cuenta de su estultes, nos entregó un país mas reconocido, pero menos reconciliado; mas endeudado, pero menos viable; mas vigilado, pero menos seguro; mas abierto, pero menos libre.
Ahora estamos bajo la batuta de un hombre de mano dura. El Presidente ha sido experto en eso de manejar el orden público a la brava. Una gobernación le sirvió de punta de partida, organizó las Convivir, afeminada forma de llamar la seguridad para-militar. Las estadísticas no mienten. La criminalidad se multiplicó por cuatro, la inseguridad por tres, las muertes por dos.
Con juicio de Mandarín chino, pensó, escribió e hizo aprobar las leyes de seguridad social. Suya es la Ley 100, que convirtió la salud en un negocio y le quitó su razón de servicio. Esa que tiene quebrados la mayoría de los hospitales y agonizando al sector salud, cortando de un solo tajo con la obligación Social del Estado. Estado en el que la única obligación que hay es la de tributar y patrocinar una guerra con la que muchos no estamos de acuerdo.
Por doquier ha pasado, ha dejado su huella de terrateniente antioqueño en tierras cordobesas. Prefiere los ¨cacaos¨ a los chocolates comunes y corrientes. Se pone ruana donde hace calor y poncho donde hace frío. Usa sombrero costeño ¨voltiao¨ debajo de un sombrero de Sandoná, con lo que parece querer decir que tiene dos cabezas en una. La imagen es ridícula, tanto como su mirada escondida detrás de unas gafas Rayban. Y en esa aparente inofensiva manifestación de populismo no tradicional, el aplicado gobernante nos descresta con su resistencia a toda prueba, para las mas acaloradas jornadas de trabajo. Como si trabajar a ese tren fuera lo importante. Si la gente ganará salarios de acuerdo con el tiempo trabajado, en Colombia los campesinos y jornaleros serían los ricos y los ricos estarían muriéndose de la pereza de su trabajo, porque la mayoría nunca han sabido hacer nada.
El presidente es la versión de última ocasión de un civil con francas tendencias dictatoriales. Por eso es necesario minar lentamente la institucionalidad en Colombia. Que se allanen los caminos y la salida sea expedita. Detrás de sus anteojos al mejor estilo Harry Poter, se esconde un hombre autoritario, de mirada indirecta y escurridizo ojear. Nunca mira a los ojos. Es la versión criolla del Fugimori del Perú. Una presentación mas elegante del Chávez Venezolano. Todo esta servido. Su bancada en el Congreso de la República, dejó ver claramente a que jugamos. Quienes proponen su continuidad en el cargo para otro periodo, cuando apenas vamos a un año de este, piensan con las ganas y se quitaron el velo. El presidente se indigna y dice que no. Pero no, quiere decir si. Es la retórica sofisticada con la cual se hace política barata. Todos los dictadores del mundo han sido mansas ovejas inicialmente.
Los que piensan que en Colombia no hay de donde mas escoger, se equivocan. Mocus en Bogotá es una muestra simple de un modo diferente de hacer política . No debemos perder mas tiempo en cantar desde ya una reelección que es ahora inconveniente. No podemos permitir que la historia triunfa lista e irracional que nos caracteriza, nos produzca otro descalabro igual al del recordado 5-0 con el que nos sentimos campeones del mundo.
Los últimos gobiernos en Colombia han sido cardinalmente opuestos, pero unánimemente desacertados. Tuvimos en el Capitolio a un hombre que se ganó la presidencia en un entierro, por cuenta de la generosidad de un adolescente emocionado. Hablaba con chillido de gallina clueca y por supuesto no fue el gallo que todos esperaban. Después, nos obligamos por mansos a sufrir el cuatrienio, de un vivo que se hacia el bobo, mientras pagaba caros los favores que necesitaba para poder estar ahí y ahí quedarse. Hicimos de mensos y el aprovechó. Pagó al contado, pero no con su plata. Era la de los contribuyentes. Por su cuenta también, vimos tan incrédulos como impotentes, como se posesionó para nada y pasó a la historia como ex-presidente, un payanés ya fallecido, alabado después de muerto, haciendo cierto aquello de que no hay muerto malo ni novia fea. Nos tuvimos que aguantar inanes, los cuatro años de un bobo que se hacia el vivo, el presidente Sabro, superficial y yupi. El que por cuenta de su estultes, nos entregó un país mas reconocido, pero menos reconciliado; mas endeudado, pero menos viable; mas vigilado, pero menos seguro; mas abierto, pero menos libre.
Ahora estamos bajo la batuta de un hombre de mano dura. El Presidente ha sido experto en eso de manejar el orden público a la brava. Una gobernación le sirvió de punta de partida, organizó las Convivir, afeminada forma de llamar la seguridad para-militar. Las estadísticas no mienten. La criminalidad se multiplicó por cuatro, la inseguridad por tres, las muertes por dos.
Con juicio de Mandarín chino, pensó, escribió e hizo aprobar las leyes de seguridad social. Suya es la Ley 100, que convirtió la salud en un negocio y le quitó su razón de servicio. Esa que tiene quebrados la mayoría de los hospitales y agonizando al sector salud, cortando de un solo tajo con la obligación Social del Estado. Estado en el que la única obligación que hay es la de tributar y patrocinar una guerra con la que muchos no estamos de acuerdo.
Por doquier ha pasado, ha dejado su huella de terrateniente antioqueño en tierras cordobesas. Prefiere los ¨cacaos¨ a los chocolates comunes y corrientes. Se pone ruana donde hace calor y poncho donde hace frío. Usa sombrero costeño ¨voltiao¨ debajo de un sombrero de Sandoná, con lo que parece querer decir que tiene dos cabezas en una. La imagen es ridícula, tanto como su mirada escondida detrás de unas gafas Rayban. Y en esa aparente inofensiva manifestación de populismo no tradicional, el aplicado gobernante nos descresta con su resistencia a toda prueba, para las mas acaloradas jornadas de trabajo. Como si trabajar a ese tren fuera lo importante. Si la gente ganará salarios de acuerdo con el tiempo trabajado, en Colombia los campesinos y jornaleros serían los ricos y los ricos estarían muriéndose de la pereza de su trabajo, porque la mayoría nunca han sabido hacer nada.
El presidente es la versión de última ocasión de un civil con francas tendencias dictatoriales. Por eso es necesario minar lentamente la institucionalidad en Colombia. Que se allanen los caminos y la salida sea expedita. Detrás de sus anteojos al mejor estilo Harry Poter, se esconde un hombre autoritario, de mirada indirecta y escurridizo ojear. Nunca mira a los ojos. Es la versión criolla del Fugimori del Perú. Una presentación mas elegante del Chávez Venezolano. Todo esta servido. Su bancada en el Congreso de la República, dejó ver claramente a que jugamos. Quienes proponen su continuidad en el cargo para otro periodo, cuando apenas vamos a un año de este, piensan con las ganas y se quitaron el velo. El presidente se indigna y dice que no. Pero no, quiere decir si. Es la retórica sofisticada con la cual se hace política barata. Todos los dictadores del mundo han sido mansas ovejas inicialmente.
Los que piensan que en Colombia no hay de donde mas escoger, se equivocan. Mocus en Bogotá es una muestra simple de un modo diferente de hacer política . No debemos perder mas tiempo en cantar desde ya una reelección que es ahora inconveniente. No podemos permitir que la historia triunfa lista e irracional que nos caracteriza, nos produzca otro descalabro igual al del recordado 5-0 con el que nos sentimos campeones del mundo.
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