REPENSANDO EL COTIDIANO
COLOMBIA: REPUBLICA BANANERA
Flavio Restrepo Gómez
Pensábamos que habíamos cambiado en algo nuestra historia repetida de errores y de horrores. Pero no era cierto. Aquí estamos, como hemos estado siempre, mucho mas solapados, infinitamente mas sofisticados, pero exactamente iguales, sin un solo atisbo de cambio en lo que es verdaderamente esencial.
Somos una Nación construida sobre los escombros que los conquistadores españoles, con el apoyo irrestricto de Isabel, la católica por supuesto, dejaron en el Nuevo Mundo. Una piara de presos lanzados a la mar, bajo el mando de Crisóforo Colombo, el marinero Genovés, que nació en Savona, en la República de Génova, hijo de Doménico Colombo y Susanna Fontanarossa. Fue en esa cuna, endonde comenzó nuestra desgracia como Nación y como pueblo.
Nos trajeron lo peor del viejo mundo, no para construir uno mejor, como hicieron los conquistadores anglosajones o galos, sino para poder arrasar lo encontrado, traer basura y llevarse nuestras riquezas. Que se las llevaron, si, pero no solo esas, sino que se llevaron nuestra dignidad, nuestra cultura, nuestra honra y nos dejaron una colonia, en la que convirtieron a los dueños verdaderos de la tierra, en instrumentos de trabajo, en dependientes de un reino al que culturalmente no los unía nada.
«El reinado de Isabel fue uno de los más cruelmente bárbaros, en comparación con el cual las medidas represivas de María eran insignificantes. Y a este reinado, sucedió otro de igual crueldad, bajo Jacobo I ... El pueblo [en el tiempo de Carlos I] había sido formado en estos métodos crueles de sus gobernantes anteriores y llegó a ser tan feroz como sus reyes Enrique, Isabel o Jacobo». (Philip W. Powell)
Es a esa infortunada conquista, a la que debemos todos nuestros males y, la verdad sea dicha, poquísimos bienes. Por su cuenta tenemos este mestizaje del que tanto alardeamos, pero que es visto con recelo en el mundo entero, como tramposo, violento, sin tripas, sin escrúpulos, sin límites. En fin, una Nación levantada sobre la basura de otra Nación no menos sucia que la nuestra.
Pero no solo nos dejaron como un retrete en este país, lo mismo pasó en todos los que para su desgracia, cayeron bajo su dominio. Es el común denominador de Latinoamérica, exceptuado Brasil, conquistado por portugueses, las Guineas y unas cuantas islas en el atlántico que quedaron bajo el dominio de ingleses o franceses. El legado nefasto es sin duda alguna el subdesarrollo, la pobreza, la violencia, la intolerancia, la anarquía, el interés particular primando sobre el general. Una verdadera oda a la desigualdad. El imperio de la pobreza, cobijada en las naguas de una Iglesia que les servía con intereses amorales, para imponernos su escrúpulohipócrita y darle gusto a la burguesía que se estableció desde aquella época, que aquí hemos tenido burguesía pero no aristocracia.
Hoy estamos ante una Colombia rodando por el desfiladero sin fondo de la desesperanza. Los violentos de todas las clases arrinconan a la población y le imponen el imperio de su comportamiento sin leyes.
Los mas aventajados alumnos de esa debacle han sido los políticos. Esa manada de corruptos, la mayoría, que los que no lo son, exceptúan y confirman la regla. Es a esos políticos y a sus políticas a las que debemos todas nuestrasfrustraciones. Ellos son con su corrupción, los padres de la violencia, los proxenetas de la corrupción, la fuente de nuestro subdesarrollo.
Seguimos siendo una república bananera, con todas las desigualdades, con todas las injusticias, con todas las llagasde un país que es tristemente celebre en el concierto internacional. Allí donde haya un colombiano, existe la posibilidad de que se encuentre un tramposo, un indolente, un mentiroso, un vivo, un individuo con malicia indígena para ganarse engañando y a cuento la vida, alguien que no es indígena por supuesto, pero que es muy malicioso, como si la malicia fuese una virtud y no un defecto.
Tenemos que barajar y repartir de nuevo, para entender que solo con el respeto al otro, con la aceptación de límites y la conciencia de lo que es honesto, diferenciado de lo que no lo es, podremos tener un país digno.
Solo cuando optemos por la no violencia, por el acuerdo pacífico de las diferencias, por la convivencia tranquila en medio de ellas, por la preocupación por el bienestar general sobre el particular, podremos comenzar a construir una Patria decente. Mientras tanto estaremos condenados al triste destino de ser un país paria en el mundo, visto con recelo por los que no son se aquí, tomado como referencia de corrupción, desigualdad y violencia.
Mientras tanto ese himno en el que dicen que ceso la horrible noche, no pasa de ser una cantata mentirosa, que no tiene nada que ver con nuestra realidad.
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