El llanto se volvió cotidiano. Es cotidiana la disculpa. Por razones no claras, se acabaron los líderes y de mano se acabo también el liderazgo. Hoy asistimos a una opereta con los sonidos del llanto y su fondo de lloriqueos. Llanto de incapaces y de atrasados. Vivimos la euforia de lo superfluo, escondiendo el atraso conceptual. Asistimos también inermes al atraso del conocimiento.
¡Claro! se acabaron los líderes al viejo estilo. Pinochos que hicieron de caudillos, autoritarios, dueños de la verdad revelada, ordenadores, infalibles, soberanos, soberbios, únicos, irrepetibles y endiosados. Y se acabaron en Colombia y en todas partes; en el norte y también en el sur (¿qué sentiría el dictador de Santiago cuando lo detuvieron en Londres, para que pagara sus tropelías, sus orgías de muerte?).
El viejo paradigma se agotó. Hay ahora uno nuevo, apuntalado firmemente en arquetipos más humanos. Ha comenzado a emerger uno mas evolucionado, cimentado en el conocimiento, en el consenso, en la transparencia y en la equidad.
Surgen entonces nuevas necesidades y por supuesto nuevos rumbos. Y comienzan a aparecer, asomados apenas, los nuevos lideres, hombres de contexto nuevo, formadores de equipo, facilitadores de consenso, receptores de alternativas. Son los constructores de soluciones a través del dialogo y la concertación. Seres humanos que enseñan y aprenden permanentemente. Personajes que respetando el mecanismo newtoniano y el pensamiento cartesiano, han sido capaces de incorporar a su pensamiento y su conducta la relatividad de Einstein y los principios de la cuántica.
Hoy las ciencias que se quedaron en Newton y en Descartes, pagan con su atraso un alto tributo, y conducen con su pensamiento a vastos sectores de la población, de la cual nosotros hacemos parte, por un camino equivocado y doloroso. Han tratado con eso de atajar un cambio inatajable, realizado ya en otras sociedades y en proceso de construcción en otras.
Por qué tenemos que llegar siempre tarde al cambio? Por qué Colombia tiene que llegar tarde al cambio? Hasta cuándo nosotros seguiremos sirviendo como conejillos de indias para estudiar el paleolítico político?
¡Basta! No más quejas, no más disculpas, no más llanto, no más esperanza basada en la autocompasión, esperando la dádiva del seudo poderoso de turno. No más privilegios. Necesitamos una sociedad en acción enfrentando nuestros problemas, con nuestros hombres y nuestras mujeres, con nuestras soluciones, recuperando los valores dormidos que recibimos un día como legado de nuestros verdaderos ancestros. Aquí y ahora, tenemos que confiar en nosotros mismos, para saber que somos capaces de salir de las turbulentas aguas en que agitados navegamos, para poder vislumbrar la posibilidad de llegar a puerto seguro. Vivir nuestra colombianidad con amor pero sin añoranzas.
¡No más al secuestro! Pero hablo de todos los secuestros.
El secuestro de nuestros compatriotas privados en contra de su voluntad del único bien no negociable: la libertad.
¡No al secuestro! Y hablo del secuestro de los dos y medio millones de colombianos secuestrados por las manos sucias de los lobos hambrientos de la construcción, agrupados un día, bajo el sofisticado y traicionero ropaje del UPAC y disimulados hoy en su gemelo deforme la UPC, legado del gobierno anterior.
¡No al secuestro! Y hablo del secuestro de la educación en Colombia, esa misma que continúa sin descentralización y permanece bajo el arbitrio de directorios políticos.
¡No al secuestro! Y hablo del secuestro de la dignidad del empleado público, por parte de quienes lo manipulan con la promesa de estabilidad, a cambio de votos y de cuotas obligadas de su salario.
¡No al secuestro! Y hablo del secuestro de la verdad histórica por parte de los medios de comunicación, que siempre omitieron contar, que los primeros secuestros aparecieron después de miles de colombianos desaparecidos y cientos de asesinatos selectivos, por los cuales todavía poquísimos han sido juzgados.
¡No al secuestro! Y hablo del secuestro del dinero caliente, realizado por el sistema financiero y por sus intermediarios, que calificaron mal y se horrorizaron con el mafioso, pero calificaron bien y consideraron bueno su dinero. Malo el mafioso pero buena su plata.
¡No más al secuestro! Pero, no más a todos los secuestros. El secuestro de la dignidad, el de la independencia, el de las oportunidades, el del derecho a la soberanía, el del derecho a la educación, el del derecho a la vida, el del derecho al trabajo, el del derecho al Derecho y la Justicia, el del derecho a la salud, el del derecho a la paz y sus consecuencias.
¡No al secuestro y a la guerra fratricida!
¡No a los corruptos! Pero, NO a los corruptos de antes y también NO a los corruptos de hoy. No pueden ser los salvadores del ahora.
¡No! Un NO enérgico a los que quemaron y asesinaron impunemente la justicia colombiana. Porque la justicia fue ultrajada, fue acorralada, fue desplazada, fue asesinada. Si sus fallos aún se demoran, si su resurrección esta lenta y además la han politizado, despertémonos, unámonos. Es a la sociedad civil, pero a la verdadera sociedad civil, no a la prefabricada en los laberintos de la burocracia palaciega con sus bufones de cámara, a la que le corresponde hacer uso del poder del repudio y de la sanción moral.
Hay que dar un paso adelante de la poli-clase, para poder entender la verdadera bondad del pluralismo. Hay que apresurarse, para llegar antes que el caníbal hambriento de poder, para ocupar el sitio, antes de verlo usurpado por él. Tenemos que despertar y estar alertas, ahora y siempre, para impedir el usufructo de lo que no les pertenece y han quitado de las manos, a los ciudadanos inermes.
Estas son breves pinceladas de una nación que puede soñar con un: “Colombia, si futuro¨.
¡Claro! se acabaron los líderes al viejo estilo. Pinochos que hicieron de caudillos, autoritarios, dueños de la verdad revelada, ordenadores, infalibles, soberanos, soberbios, únicos, irrepetibles y endiosados. Y se acabaron en Colombia y en todas partes; en el norte y también en el sur (¿qué sentiría el dictador de Santiago cuando lo detuvieron en Londres, para que pagara sus tropelías, sus orgías de muerte?).
El viejo paradigma se agotó. Hay ahora uno nuevo, apuntalado firmemente en arquetipos más humanos. Ha comenzado a emerger uno mas evolucionado, cimentado en el conocimiento, en el consenso, en la transparencia y en la equidad.
Surgen entonces nuevas necesidades y por supuesto nuevos rumbos. Y comienzan a aparecer, asomados apenas, los nuevos lideres, hombres de contexto nuevo, formadores de equipo, facilitadores de consenso, receptores de alternativas. Son los constructores de soluciones a través del dialogo y la concertación. Seres humanos que enseñan y aprenden permanentemente. Personajes que respetando el mecanismo newtoniano y el pensamiento cartesiano, han sido capaces de incorporar a su pensamiento y su conducta la relatividad de Einstein y los principios de la cuántica.
Hoy las ciencias que se quedaron en Newton y en Descartes, pagan con su atraso un alto tributo, y conducen con su pensamiento a vastos sectores de la población, de la cual nosotros hacemos parte, por un camino equivocado y doloroso. Han tratado con eso de atajar un cambio inatajable, realizado ya en otras sociedades y en proceso de construcción en otras.
Por qué tenemos que llegar siempre tarde al cambio? Por qué Colombia tiene que llegar tarde al cambio? Hasta cuándo nosotros seguiremos sirviendo como conejillos de indias para estudiar el paleolítico político?
¡Basta! No más quejas, no más disculpas, no más llanto, no más esperanza basada en la autocompasión, esperando la dádiva del seudo poderoso de turno. No más privilegios. Necesitamos una sociedad en acción enfrentando nuestros problemas, con nuestros hombres y nuestras mujeres, con nuestras soluciones, recuperando los valores dormidos que recibimos un día como legado de nuestros verdaderos ancestros. Aquí y ahora, tenemos que confiar en nosotros mismos, para saber que somos capaces de salir de las turbulentas aguas en que agitados navegamos, para poder vislumbrar la posibilidad de llegar a puerto seguro. Vivir nuestra colombianidad con amor pero sin añoranzas.
¡No más al secuestro! Pero hablo de todos los secuestros.
El secuestro de nuestros compatriotas privados en contra de su voluntad del único bien no negociable: la libertad.
¡No al secuestro! Y hablo del secuestro de los dos y medio millones de colombianos secuestrados por las manos sucias de los lobos hambrientos de la construcción, agrupados un día, bajo el sofisticado y traicionero ropaje del UPAC y disimulados hoy en su gemelo deforme la UPC, legado del gobierno anterior.
¡No al secuestro! Y hablo del secuestro de la educación en Colombia, esa misma que continúa sin descentralización y permanece bajo el arbitrio de directorios políticos.
¡No al secuestro! Y hablo del secuestro de la dignidad del empleado público, por parte de quienes lo manipulan con la promesa de estabilidad, a cambio de votos y de cuotas obligadas de su salario.
¡No al secuestro! Y hablo del secuestro de la verdad histórica por parte de los medios de comunicación, que siempre omitieron contar, que los primeros secuestros aparecieron después de miles de colombianos desaparecidos y cientos de asesinatos selectivos, por los cuales todavía poquísimos han sido juzgados.
¡No al secuestro! Y hablo del secuestro del dinero caliente, realizado por el sistema financiero y por sus intermediarios, que calificaron mal y se horrorizaron con el mafioso, pero calificaron bien y consideraron bueno su dinero. Malo el mafioso pero buena su plata.
¡No más al secuestro! Pero, no más a todos los secuestros. El secuestro de la dignidad, el de la independencia, el de las oportunidades, el del derecho a la soberanía, el del derecho a la educación, el del derecho a la vida, el del derecho al trabajo, el del derecho al Derecho y la Justicia, el del derecho a la salud, el del derecho a la paz y sus consecuencias.
¡No al secuestro y a la guerra fratricida!
¡No a los corruptos! Pero, NO a los corruptos de antes y también NO a los corruptos de hoy. No pueden ser los salvadores del ahora.
¡No! Un NO enérgico a los que quemaron y asesinaron impunemente la justicia colombiana. Porque la justicia fue ultrajada, fue acorralada, fue desplazada, fue asesinada. Si sus fallos aún se demoran, si su resurrección esta lenta y además la han politizado, despertémonos, unámonos. Es a la sociedad civil, pero a la verdadera sociedad civil, no a la prefabricada en los laberintos de la burocracia palaciega con sus bufones de cámara, a la que le corresponde hacer uso del poder del repudio y de la sanción moral.
Hay que dar un paso adelante de la poli-clase, para poder entender la verdadera bondad del pluralismo. Hay que apresurarse, para llegar antes que el caníbal hambriento de poder, para ocupar el sitio, antes de verlo usurpado por él. Tenemos que despertar y estar alertas, ahora y siempre, para impedir el usufructo de lo que no les pertenece y han quitado de las manos, a los ciudadanos inermes.
Estas son breves pinceladas de una nación que puede soñar con un: “Colombia, si futuro¨.
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