"El ojo que ves no es ojo porque lo ves,
es ojo porque te ve."
Antonio Machado
Un gobierno que premia como héroes a terroristas, alimañas convertidas en sapos, es la subversión de todos los valores de nuestra institucionalidad, por un modelo de juego en el que un delincuente soplón, tiene mas valor que un hombre decente. De esta manera una delación puede llegar a valer cinco mil millones de pesos, sólo por que ha sido escrita por el espíritu insensato de la seguridad democrática, que pisoteando el Estado de Derecho, premia a los delincuentes, asesinos de asesinos y los convierte en héroes. Se vuelve añicos la institucionalidad. Pasamos a vivir en un estado que premia con holgura de nuevo rico a sus delincuentes, terroristas y soplones sin escrúpulos.
El Estado tiene que diferenciarse en algo de sus enemigos naturales. No podemos permitir que el Estado comience a utilizar las mismas armas que usan los marginales, los terroristas y los asesinos. Dejaríamos de ser un Estado de Derecho para convertirnos en una versión moderna, menos pintoresca que la del Oeste, en donde vaqueros y rufianes se diferenciaban en el momento en el que al uno le pagaban y por el otro pagaban una recompensa.
Nos acostumbramos a tomar partido a favor o en contra, de los que mueren o de los que matan. Hemos llegado al extremo insensato de creer que es matando o muriendo violentamente, como podemos arreglar este país. En esa perdida de límites y de cordura, comenzamos a caminar el camino sin retorno de la perdida de los valores, para mantener una institucionalidad, sobre pilares distintos a los que se establecieron en nuestra Nación, que cuenta con una Carta Magna, que casi todos han leído y de la que casi todos, en mayor o menor medida, se burlan impunemente.
La transformación que ha tenido nuestro escudo puede testimoniar bien nuestra historia de guerra fratricida. En 1548 el virreinato utilizo el escudo que hoy identifica a Santafé de Bogotá. Entre 1819 y 1834, tuvimos uno que representaba la Gran Colombia: un indígena con penacho dorado, arco y flechas a su espalda, sentado sobre roca sólida a la orilla del mar, empuñando con su mano izquierda una vara que estaba coronada por un gorro frigio de rojo intenso, símbolo de la libertad; rodeado de vegetación, con un sol naciente, un cocodrilo, una carabela y unas estrellas. En su parte superior tenia unas hojas de laurel que rodeaban un símbolo de unión representado en un par de manos que se saludaban.
Ese escudo fue remplazado por medio de una ley del 9 de mayo de 1834 por el que hemos tenido desde entonces, y que tiene tres franjas, la superior con una granada de oro, para recordar el nombre de la Nueva Granada. A los lados dos cuernos, que simbolizan la riqueza y la abundancia. De la derecha salen monedas de oro, y de la izquierda los frutos tropicales. En la franja del centro un gorro frigio que sigue siendo el simbolo de la libertad. En el tercero el istmo de Panamá con los dos mares y un velero en cada uno de ellos.
Curiosamente las manos amigables del primer escudo se cambiaron por un cóndor que despliega sus alas y deja descolgar de su pico una cinta con las palabras “Libertad y Orden”. A los lados la bandera y sus basónes. El cóndor representa al de los Andes y fue escogido como emblema de libertad y soberanía.
Uribe propuso, por intermedio de uno de sus títeres en el Congreso de la República, el cambio del escudo. Dijeron se debía quitar el istmo de Panamá y colocar en su lugar la Isla de San Andrés. No faltaría sino que cambiaran el Cóndor por un sapo y que la franja de Libertad y orden sea rediseñada con las palabras Seguridad y Democrática.
Que el color rojo ya no sea el de la sangre vertida en las gestas libertadoras, sino en el desplazamiento forzado de los campesinos que huyen por las masacres a que son sometidos por paramilitares, narcotraficantes y guerrilleros, que el gorro frigio, simbolo de una libertad que es de mentiras sea remplazado por un sombrero vueltiado. Que las granadas sean cambiadas por minas quiebra-patas y las carabelas, simbolo de un comercio prospero sean cambiadas por fragatas que simbolicen la guerra insensata en que vivimos. Que el mapa de Colombia se rediseñe sin limites, para mostrar la lección aprendida por nuestro gobernante, en el cual las fronteras no existen y que se pueden violar a discreción del presidente y de su ejercito, cuando a bien tengan, pasándose por la faja las convenciones internacionales y los tratados que existen.
Hay que combatir el terrorismo, sin duda, pero para hacerlo no se puede tirar por la borda nuestra Constitución y nuestro ordenamiento jurídico. La brutalidad y demencia del agresor, no justifican que el que se defiende se vuelva terrorista y demente. El fin no justifica los medios.
El guerrillero que asesino a su jefe no debe ser premiado. A su larga lista de asesinatos, se le debe sumar el que cometió con su jefe, aunque en el delirio justifiquen su muerte. El único pago que debe recibir es el de una condena por todos los crímenes cometidos. No pueden convertirlo en un ejemplo digno de imitar y volver añicos la institucionalidad, premiando a un delincuente, que no por entregarse con la mano podrida, dejo de ser delincuente.
El Padre Llano, que durante 40 años ha escrito con sabiduría, publicó en el tiempo lo injustificable, cita la biblia y el “ojo por ojo, diente por diente”. Con esa literal concepción de los libros sagrados, Osama Bin Laden y los talibanes justifican en el Corán el terrorismo en que metieron al mundo, en lo que creen son las enseñanza de Allah. Vuelve a probarse que no hay combinación mas peligrosa que la de religión y política, pareja insensata de destrucción masiva.
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