lunes, diciembre 03, 2007

¨…LA GUERRA ESTERIL…¨



Con no poca sorpresa, vimos y oímos en los noticieros de televisión, las declaraciones de Rafael Rojas Zúñiga, comandante del frente 46 de las FARC. El intermediario para la negociación fue monseñor Pimiento, quien fuera el arzobispo de Manizales. Las declaraciones que dio para los medios, muestran la realidad cruda de nuestro país: hombres y mujeres dedicados de tiempo completo al oficio de matar, con la idea quimérica y paradójica de sembrar vida. Vida que nadie entiende en este país desajustado y de desigualdades sociales, cada vez mayores. Porque la vida de nadie puede levantarse o nutrirse de la muerte de alguien.
Su declaración tan simple como real, nos pone frente a una situación que vemos y oímos pero no sentimos. En ese no sentir al que nos habituamos, tenemos un país dicotomizado de sordos y de ciegos, en el que hemos ido perdiendo la posibilidad del mejor de los sentidos, ese que tiene la experiencia vital más intensa y definitiva: el tacto con todo su armamentario sensitivo convertido en experiencia.
Hacemos parte de la gente de un país que tiene sus sueños atrapados en imágenes distorsionadas de guerra y de violencia. Imágenes de mutilados, heridos y muertos, que llenan las páginas de nuestros periódicos y las imágenes de nuestros noticieros. Imágenes que se mezclan con las noticias de la violencia en el campo o la ciudad. Intolerancia rural, intolerancia urbana, violencia generalizada. Pero lo peor y más grave, es que esas imágenes, llenan todos los rincones de Colombia en la llanura, en la montaña o la planicie. Violencia real que testimoniamos porque la oímos y la vemos. Violencia irreal porque no todos la sentimos. Jorge Luis Borges, se equivoco cuando un día, al preguntar a un seguidor que le solicitaba un autógrafo: ¨de donde sos¨, este le contesto: ¨colombiano¨, a lo que el escritor respondió de inmediato ¨Colombia: tierra de ternera a la llanera y de ternura en la llanura¨.
Tenemos el sentido del oído tan contaminado, que siempre tenemos que revisar si lo que oímos es real. Si la sonata desastrosa y desacompasada de nuestra vida diaria, se oye a ritmo de metralla y de fusil; de quejido, de grito enmudecido, de mueca quejumbrosa en un dolor para el que no hay onomatopeya distinta al lamento interno que vivimos a diario. Mantenemos un sentido de la visión tan distorsionado, que debemos repasar a diario las imágenes, para saber si lo que vemos no es realidad virtual. Si la película de cine rojo que tenemos en nuestro cotidiano, se ve con el recuerdo visual de la estampida, la destrucción., la bomba que estalla, la imagen distorsionado de un campo santo en que hemos dejado convertir a Colombia, por cuenta de los intolerantes de todas las clases e ideologías; porque para la imagen de la muerte no hay clases sociales, ni discriminación de estrato.
Shakira lo sentencio a ritmo de pepsi-cola y baile árabe. Ciegos, sordos, mudos. Y en esta realidad que vivimos en la que no vemos, no oímos, no decimos, van pasando los años y con ellos las ilusiones y la posibilidad de un país de paz y en paz. Es necesario repensar el cotidiano, el futuro que estamos construyendo para nuestros hijos: un pasado de violencia sin par y un presente desalentador y violento sin igual. La construcción de una sociedad pacífica es una tarea en la que todos tenemos que ser actores de reparto. Para esta tragicomedia de nuestra vida diaria, en la que combinamos permanentemente la risa con el llanto, la sensación de incapacidad que tenemos cuando permanecemos inermes porque solo oímos y vemos, lo que muchos de nuestros compatriotas sienten, es necesario que sembremos en nuestros corazones y en los corazones de nuestros hijos, la semilla de la tolerancia y de la acción solidaria.
¨…Cuando creemos perder el control en nuestra bitácora de vuelo. Cuando no encontramos respuestas simples a nuestras preguntas complicadas. Cuando la luz parece no encenderse en nuestra vida y todo es oscuro. Cuando escuchamos el sonido de nuestro silencio acallándonos el grito. Cuando las lágrimas se agotaron en nuestros ojos y ya no lo notamos. Cuando vemos que pensamos menos, en lo que pareció importante. Cuando recordamos solo de vez en cuando y ya no tenemos dolor cuando lo hacemos. Cuando quisiéramos no seguir queriendo querer, lo que antes habíamos querido. Cuando hay menos palabras para esconder a otros. Cuando hay mas palabras para renacer a la vida. Cuando sentimos que estamos fallándole a la dignidad. Cuando no queremos hacer más concesiones. Cuando no tenemos la posibilidad de renunciar a los propios valores. Cuando ya nada puede explicar a otro en nuestra mente. Cuando las imágenes se desvanecen y es difícil tener un buen recuerdo. Cuando el dolor de antes ya no esta mas y el temporal amaina. Cuando la tormenta interior es con nosotros mismos y no con otros. Cuando no podemos negociar la dignidad ni los valores. Cuando recobramos el coraje para detenernos. Cuando la conciencia nos dice que no permite mas regalos. Cuando la bondad se nos frena, se rebota y nos pide coraje. Cuando el llanto ya no llora y se silencia. Entonces siento que renazco, de una ceniza que requema mi vida. Que nada vale tanto. Que nadie vale más. Que yo no valgo menos. Que yo ni se el cuanto. Cuando esto ya no es cuando, siento que comienzo a vivir de nuevo y nuevo...¨ (El soneto del cuando. FRG).


No hay comentarios.: