jueves, agosto 07, 2014


EN COLOMBIA EL CRIMEN SI PAGA


            Dice la sabiduría popular que el crimen no paga. Eso por lo menos fue lo que nos enseñaron nuestros mayores. Pero lo que pasa en Colombia al amparo de politiqueros, políticas y realidades, nos demuestra contra todo lo que quisiéramos saber, que en Colombia el crimen si paga. El hombre de la mano dura y el corazón blando vino para demostrarlo. Solo que esta demostrando no ser blando solo de la mano. También es manguiancho blandengue con la legalidad.
Si conocemos algo de la génesis y desarrollo de las fuerzas irregulares en Colombia, entendemos que el país esta sitiado por grandes enemigos que paradójicamente tienen cosas en común.
Una insurgencia despiadadamente asesina que en nombre de una revolución inexistente, comete los mas abominables crímenes  contra la sociedad civil, y desestabiliza el Estado. A la primera (la sociedad civil), por la fragilidad que le da ser el actor no comprometido con la guerra, y al segundo (el Estado), por la incoherencia de sus mensajes, la debilidad de su estructura,  la corrupción que la ha permeado siempre y la realidad de sus fisuras. A todo esto agreguemos el monstruo creado por el mismo estado en los 60, que degenero en el para-militarismo y tendremos una visión real de lo que Dante   describiera una vez  en su cuadro del infierno.
            Por un lado la insurgencia. Las causas justa de las reivindicaciones campesinas en Colombia degeneraron en las guerrillas, con una verdadera industria del crimen del secuestro, del narcotráfico y del terror,  que ha roto todos los diques de la tolerancia y de la racionalidad. Nada justifica la existencia de esas organizaciones criminales solapadas bajo los mantos de una ideología de la que carecen y con la que justifican todo. No tienen ideología, no tienen faro. Son agrupaciones criminales con fines económicos, que viven a expensas del caos que ellas mismas se encargan de armar. Es el caos sofisticado, o la industria del crimen en su mas avanzada versión, con falsos principios socialistas y concepciones de ganancias que dejan al capitalismo salvaje  como un simple club de aprendices.
Por el otro, el Estado con un aparato corrupto y no reconocido de muerte, en lo que dieron por denominar la inteligencia militar que no es mas que una forma de disfrazar la mano dura del Estado. Un Estado matón, inmoral y muchas veces en forma comprobada, asesino. Al amparo de la institucionalidad se han cometido los mas abominables crímenes de Estado. Curiosamente tampoco respetan a nadie y pueden hacer pactos con cualquiera, en la procura de sus fines. Su acción solapada la mayoría de las veces, y muy publicitada otras, encuentra eco en las creencias populares de acciones de orden y justicia, mentiras con las que disfrazan la verdadera intención de sus preceptos,  con los que mantienen enraizada la injusticia. Tienen como alivio aparente, el que se dicen regulares e institucionales, pero, tienen como agravante  que actúan a la sombra de la constitución y la legalidad.
Porque el paramilitarismo se engendro en los laberintos secretos del Estado y porque el Presidente Uribe, con la creación de las Convivir en Antioquia, les abrió las compuertas a la institucionalidad,  debemos estar preparados para ver una negociación que como resultado del error político de un hombre, producirá la mas completa impunidad que terminaremos pagando todos los colombianos. La entrega de mas de 800 militantes de la zona urbana de Medellín, debe ser vigilada con lupa.  Debe ser vigilada por muchas razones. La mas importante talvez sea la de la credibilidad, pues no se necesita ser malicioso para saber que esto esta muy fácil, demasiado fácil para ser verdad.  Los que se entregaron no son representativos del paramilitarismo, se reconocen marginales de Medellín y tienen al parecer  un pasado delictivo mas unido a la delincuencia común y al sicariato que a la guerra de los para-militares.  La espectacularidad y el despliegue de la entrega son poco prudentes, tratándose de supuestos actores de guerra, lo que hace además que el proceso carezca de credibilidad. Una credibilidad necesaria cuando se financia con dineros que pertenecen a la gente y que por supuesto no salen del bolsillo del Presidente o de su comisionado. Los actos espectaculares de los políticos son sublimes pero sofisticados.
 Una democracia débil como la nuestra, con un gobierno que ha puesto al descubierto muchas debilidades, y donde no hay oportunidades reales para las mayorías olvidadas,  tiene que estar repitiendo la historia de negociar con las minorías violentas que la ponen en jaque.  Solamente el día en que tengamos un gobierno que dedique todo su tiempo y sus recursos para solucionar los problemas de la gente que se ha mantenido dentro de la institucionalidad, a pesar del abandono del Estado, tendremos la posibilidad de soñar con la distopía de la paz. Mientras tanto, tendremos un Estado en constante pugna, tratando de mantenerse en medio de la guerra que se avecine de conciencias dolidas y de resentimientos represados. Porque siempre el represamiento de la injusticia, termina por romper el dique contenedor de una institucionalidad ficticia, que solo se preocupa por mantener  protegidos a los poderosos y controlados a los violentos, dos minorías que no se preocupan por la vida y los derechos, de las mayorías  olvidadas de Colombia. La historia es implacable y suele ser testamentaria  cuando repite de tiempo en tiempo las mismas representaciones en distintos formatos, con diferente director pero con el mismo guión.
Como abrebocas, nos dieron muestras del cínico protagonismo de                                                                         ¨Don Berna¨, con su mensaje altanero y desafiante y todo lo que representa dicha insensatez.


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