EN COLOMBIA EL CRIMEN SI PAGA
Dice
la sabiduría popular que el crimen no paga. Eso por lo menos fue lo que nos
enseñaron nuestros mayores. Pero lo que pasa en Colombia al amparo de
politiqueros, políticas y realidades, nos demuestra contra todo lo que
quisiéramos saber, que en Colombia el crimen si paga. El hombre de la mano dura
y el corazón blando vino para demostrarlo. Solo que esta demostrando no ser
blando solo de la mano. También es manguiancho blandengue con la legalidad.
Si conocemos
algo de la génesis y desarrollo de las fuerzas irregulares en Colombia,
entendemos que el país esta sitiado por grandes enemigos que paradójicamente
tienen cosas en común.
Una
insurgencia despiadadamente asesina que en nombre de una revolución
inexistente, comete los mas abominables crímenes contra la sociedad civil, y desestabiliza el
Estado. A la primera (la sociedad civil), por la fragilidad que le da ser el
actor no comprometido con la guerra, y al segundo (el Estado), por la
incoherencia de sus mensajes, la debilidad de su estructura, la corrupción que la ha permeado siempre y la
realidad de sus fisuras. A todo esto agreguemos el monstruo creado por el mismo
estado en los 60, que degenero en el para-militarismo y tendremos una visión
real de lo que Dante describiera una
vez en su cuadro del infierno.
Por
un lado la insurgencia. Las causas justa de las reivindicaciones campesinas en
Colombia degeneraron en las guerrillas, con una verdadera industria del crimen
del secuestro, del narcotráfico y del terror,
que ha roto todos los diques de la tolerancia y de la racionalidad. Nada
justifica la existencia de esas organizaciones criminales solapadas bajo los
mantos de una ideología de la que carecen y con la que justifican todo. No
tienen ideología, no tienen faro. Son agrupaciones criminales con fines
económicos, que viven a expensas del caos que ellas mismas se encargan de
armar. Es el caos sofisticado, o la industria del crimen en su mas avanzada
versión, con falsos principios socialistas y concepciones de ganancias que
dejan al capitalismo salvaje como un
simple club de aprendices.
Por el otro,
el Estado con un aparato corrupto y no reconocido de muerte, en lo que dieron
por denominar la inteligencia militar que no es mas que una forma de disfrazar
la mano dura del Estado. Un Estado matón, inmoral y muchas veces en forma
comprobada, asesino. Al amparo de la institucionalidad se han cometido los mas
abominables crímenes de Estado. Curiosamente tampoco respetan a nadie y pueden
hacer pactos con cualquiera, en la procura de sus fines. Su acción solapada la
mayoría de las veces, y muy publicitada otras, encuentra eco en las creencias
populares de acciones de orden y justicia, mentiras con las que disfrazan la
verdadera intención de sus preceptos,
con los que mantienen enraizada la injusticia. Tienen como alivio
aparente, el que se dicen regulares e institucionales, pero, tienen como
agravante que actúan a la sombra de la
constitución y la legalidad.
Porque el
paramilitarismo se engendro en los laberintos secretos del Estado y porque el
Presidente Uribe, con la creación de las Convivir en Antioquia, les abrió las
compuertas a la institucionalidad,
debemos estar preparados para ver una negociación que como resultado del
error político de un hombre, producirá la mas completa impunidad que
terminaremos pagando todos los colombianos. La entrega de mas de 800 militantes
de la zona urbana de Medellín, debe ser vigilada con lupa. Debe ser vigilada por muchas razones. La mas
importante talvez sea la de la credibilidad, pues no se necesita ser malicioso
para saber que esto esta muy fácil, demasiado fácil para ser verdad. Los que se entregaron no son representativos del
paramilitarismo, se reconocen marginales de Medellín y tienen al parecer un pasado delictivo mas unido a la
delincuencia común y al sicariato que a la guerra de los para-militares. La espectacularidad y el despliegue de la
entrega son poco prudentes, tratándose de supuestos actores de guerra, lo que
hace además que el proceso carezca de credibilidad. Una credibilidad necesaria
cuando se financia con dineros que pertenecen a la gente y que por supuesto no
salen del bolsillo del Presidente o de su comisionado. Los actos espectaculares
de los políticos son sublimes pero sofisticados.
Una democracia débil como la nuestra, con un
gobierno que ha puesto al descubierto muchas debilidades, y donde no hay
oportunidades reales para las mayorías olvidadas, tiene que estar repitiendo la historia de
negociar con las minorías violentas que la ponen en jaque. Solamente el día en que tengamos un gobierno
que dedique todo su tiempo y sus recursos para solucionar los problemas de la
gente que se ha mantenido dentro de la institucionalidad, a pesar del abandono
del Estado, tendremos la posibilidad de soñar con la distopía de la paz.
Mientras tanto, tendremos un Estado en constante pugna, tratando de mantenerse
en medio de la guerra que se avecine de conciencias dolidas y de resentimientos
represados. Porque siempre el represamiento de la injusticia, termina por
romper el dique contenedor de una institucionalidad ficticia, que solo se
preocupa por mantener protegidos a los
poderosos y controlados a los violentos, dos minorías que no se preocupan por
la vida y los derechos, de las mayorías
olvidadas de Colombia. La historia es implacable y suele ser
testamentaria cuando repite de tiempo en
tiempo las mismas representaciones en distintos formatos, con diferente
director pero con el mismo guión.
Como
abrebocas, nos dieron muestras del cínico protagonismo de
¨Don Berna¨, con su mensaje altanero y desafiante y todo lo que
representa dicha insensatez.
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